Repartos, líneas, mitades, cuartos…

Repartos, líneas, mitades, cuartos…

Una relación extraña ha motivado siempre a Luisa, ordenada, matemática y terrible. Todo lo marca, clasifica y divide. Del reparto de la tarta no le obsesiona su porción ni la de los demás, solo desea partirla, marcar las líneas y solamente las principales… y las secundarias. Primero dos mitades, luego cuatro cuartos, horizontal, vertical. Aún recuerda el reparto del pastel del tío Blas,soltero, solitario y sin amigos. Aquella lucha brutal y sin sentido por las migajas de una cuenta corriente engordada de miseria. Las broncas entre los sobrinos, nueve en total. Y dio para mucho. Le tocó a ella repartir los dineros y las broncas, fueron demasiados cortes y algunas heridas. En principio todo lo planteó así:

Dos mitades. Cuatro cuartos…

Y entre notario y notario, trazando las calles recordaba a Pablo, su primo:

«Ese cabrón pensará que se lo va a llevar con él, al final lo enterraremos en su propio dinero»

…y su hermana, Laura:

«Sí, él a lo suyo, ¡¡que vida mas triste!! Y creerá que va a vivir eternamente»

Le vio en el hospital la víspera; el tío Blas habló con ella más en quince minutos que en toda su vida, la mitad que la de él.

«Ya se lo que quieren esos pequeños cabrones, y tu también aunque callas, y ese soplapollas de Pablo, pero le quiero, no me preguntes por qué, y a todos los demás. Cuanto mejor me enterraseis en el trabajo que he acumulado y os repartieseis mis recuerdos. Eso deseo que permanezcan mis recuerdos».

A Luisa no le impresionó la conversación, apenas la conmovió, ella estaba pensando en sus cuartos y sus mitades, sin acritud: el norte, el sur, el este, el oeste… el viejo se muere y ella tenía que haberse llamado Rosa, la Rosa de los Vientos.

Al día siguiente murió el viejo, 21 de junio, solsticio de verano, otra línea secundaria dividiendo el tiempo… línea de solsticio, línea de equinoccio, cuatro cuartos. La vida son líneas que nos dividen y Luisa no escogió una de sus divisiones, solamente las líneas, vivir en las líneas.

Al final hubo suerte y la sangre no llegó al río, ella la cuajó, la dividió, horizontal, vertical, la repartió y dio para todos.

Se siguen llevando bien entre los sobrinos, se le dan bien las divisiones. Con el tiempo el tío Blas dejó de ser el cabrón avaro que todos creían y ya ninguno lo recuerda aunque su sangre los marca inevitablemente, de hecho Luisa trabaja mucho, tiene pocos amigos, algunos sobrinos a los que quiere y no ve, y no tiene suerte con los hombres, al final acaba todos los solsticios con cualquier soplapollas sin sentido. Dura poco y traza una línea:

Blas—————————————————————————————————— Luisa

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