Ohanna significa familia

Ohanna significa familia

Todo comenzó en Granada, mi vida era al lado de mi maltratadora madre. Me hacía la vida imposible. A pesar de mi corta edad, con tan sólo 6 añitos ya era como una cenicienta: limpiaba, cocinaba y si no sabía tenía que ideármelas para que todo estuviera en su sitio. Si me negaba o rechistaba abusaba de mí, aunque cada día pasaba algo nuevo en cuanto a pegarme sin razón alguno. Quería desaparecer. Pero, en ese instante, algo iba a cambiar, o eso creía.

-¡Ding dong! ¡Ding dong!- (abrió la puerta mi madre) – ¿Sí? ¿Quién es? – Soy yo, su abuela, replicó. Mi abuela muy dispuesta le dejó claro que la había denunciado y que me iba a llevar con ella. Mi madre al ver que era cierto por los coches patrullas que había en la calle, aceptó a que me llevara con mi supuesta abuela que nunca había conocido. Pero esto no acaba ahí.

La custodia se la habían dado a mi padre, pero él vivía con mi abuela tras su separación. Una vez entrar por esa puerta de aquel hogar al que yo nunca conocía ni sabía que existía más familia, ahí estaba yo, con 6 años, pequeña y tímida. Fue por primera vez que conocí a mi hermano mayor, Yerai. Me agarró del brazo con amor y me dibujó una sonrisa en su cara. Yo, le respondí, o eso intenté hacer, pero los recuerdos vividos con mi madre me perseguían y eso hacía que no me abriera con nadie.

En ese hogar comenzó mi vida.

Una mañana, me levanté muy de temprano y entré a la cocina. Eran las 08:15H. Estaba aquella señora, mi supuesta abuela, comiendo una manzana. Interrumpiendo su desayuno entré y le dije:

-Señora, en la casa de mi madre siempre me ocupaba yo de hacer las faenas, dígame usted que debo de hacer aquí. Ella, con una mirada penetrante me respondió: –Vivir. En este hogar quiero que consigas ser feliz, y que vivas; mira esta nueva etapa conmigo como una nueva oportunidad para comenzar de nuevo. Por cierto, llámame abuela.- Yo, con lágrimas en los ojos no pude contenerme y la abracé,- gracias por sacarme de ese lugar-. -De nada, me contestó ella,- tú eres mi nieta.

Todo comenzó a ir bien, fui conociendo a mi hermano Yerai, fuimos pasando tiempos juntos, a conocernos mejor,… Pero, una tarde de Octubre, me cogió mi abuela en brazos y me sacó de la casa junto con mi hermano mayor. Nos llevó a un parque. Estaba un poco asustada. Mi abuela, con cara apenada, me confesó que mi padre no estaba pasando por un buen momento en la vida. Estaba metido en las drogas y traficaba, por lo que tenía muchas deudas acumuladas. Aparte, era un poco machista. Mi hermano, me miró a los ojos y me dijo:-Sara, nosotros nunca te abandonaremos, tu abuela y yo te amamos-. Asustada por tener mi padre la custodia me hizo estar confiada en ellos dos.

Pasaba el tiempo y fue empeorando la cosa en cuanto a mi supuesto padre. Llegó el momento en el que mi abuela le ayudó a dejar el mundo de las drogas, pero su carácter de maltratador seguía ahí.

Un día, me levanté y me dirigí al salón donde se encontraba mi abuela. Por el pasillo escuchaba golpes. Me acerqué un poco más y lo vi a él, ese hombre que supuestamente era mi padre y del cual me avergonzaba; vi como pegaba a mi abuela y la amenazaba con irse conmigo lejos. Quise irme lejos sí, pero con mi abuela y mi hermano. Era todo horrible. Entendí en ese instante, como me amaba de verdad aquella anciana mujer, hasta el punto de dar su vida por mí. Mi abuela siempre agachaba su cabeza y se humillaba por mí.

Pasaron los meses, y creía que esto cambiaría porque mi padre había salido de las drogas pero le había quedado algunas secuelas, y, aparte, era una persona maltratadora y arrogante.

Mis cumpleaños la pasábamos siempre en casa, sin hacer nada. Era todo muy triste, pero como era muy familiera, no me importaba, pues estaba con aquellas dos personas a las que amaba tanto: mi hermano y mi querida abuela Megan. Pasábamos las tardes muertas de risa, juntas. Me contaba anécdotas suyas y yo disfrutaba con escuchar su voz. Por cierto, ese año cumplí mis esperados 19.

El caso era que la paz no estaba en ese hogar por culpa de mi padre.

-¡Basta!-le grité a mi padre. ¿Cómo puedes maltratar a tu pobre madre, aquella quien dio la vida por ti?. -Niña insolente- me contestó con una bofetada. Mi abuela al verme le intentó tirar un jarrón en la cabeza, pero falló. En ese instante no quería saber lo que iba a suceder… Cogió a mi abuela por el brazo y la empujó contra el sofá. A continuación, mi hermano me llevó fuera del comedor pero no pude soportar la desesperación de mirar lo que sucedía. Agarró un cuchillo con sus intrépidas manos y la osadía de verse más hombre la apuñaló sin consideración alguno.

-¡Noooooooooo…….!-grité. Entré de nuevo y la cogí de sus manos, me miró y en sus segundos de vida exclamó: Mi niña, ¡Vive! No dejes que nadie te quite la ilusión de vivir.

En ese instante, supe lo que tenía que hacer, tuve el valor de denunciarlo y me mudé a la casa de mi hermano con él. No teníamos una gran familia, pero juntos éramos felices.

Cada tarde nos sentamos en aquel parque al que solíamos ir con mi abuela simplemente recordando sus palabras : ¡Vivid!

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