Es la incógnita de un pasado con atardeceres grises y la escasez de sus raccontos, lo que me empuja a intentar descifrar sus gestos y ademanes de abuelo presente en imagen pero no tanto así en espíritu.
Sus historias censuradas por el inconsciente, me disparan la curiosidad de sumergirme en los ayeres que compartió a cuenta gotas. Se construyó una barrera casi impenetrable, que fue perdiendo fuerza con la erosión de los años, pero no logró jamás desplomarse por completo ni en ocho décadas de vida.
De vez en cuando esboza una sonrisa de triunfo, como quien ha sabido ganarse el pan a fuerza de rebusques adolescentes e impulso de motor solitario, reconociéndose un contrincante que da batalla, a pesar de que le habían anunciado el knock out desde el primer round.
Los campos cubiertos de escarcha en ésa Polonia de la década del 40 lo encontraron deambulando sin brújula firme, pero con voluntad de proclamarse vencedor. Entre malabares de refugios ofrecidos a buena voluntad, a pesar del terror plantado por sus pagos, se las ingenio para burlar el destino que le marcaron y forjarse el camino menos esperado.
Atrás quedaron sus mesas multitudinarias los viernes de celebración y el viejo continente que se robó sus expectativas de plantar bandera en las tierras de sus antepasados. Era otro el camino que lo esperaba. Eligió el no doblegarse ante la furia de la injusticia, que hasta el día de hoy le resulta inconcebible, brutal e inimaginable a ése niño convertido en hombre precoz que se lanzó a pelear por lo único que le pertenecía y no habían podido arrancarle… su futuro.
Su astucia le inventó una identidad de americano, y cruzó el Atlántico, dejando atrás lo que una vez llamo hogar, para construir su mañana lo más lejos que podía de la furia de su antigua historia.
A pie firme , se buscó sus propios peldaños para trepar lo más alto que pudo. A veces enceguecido por arrancar de un manotazo todos los frutos al tope de la rama, como una suerte de recompensa por aquellos que le arrebataron a fuerza del odio, se perdió de mirar lo dulce de los racimos más pequeños a su alrededor.
Fue en un baile donde la conoció a ella. Él cuenta que fueron sus ojos celestes los que le marcaron su norte y dieron la oportunidad de finalmente empezar a pensar por dos , que pronto se convirtieron en cinco. La historia de ella es distinta. A veces su flagelo mental le repite una y otra vez que tendría que haber seguido el consejo de su madre: -¨un hombre sin familia, no sabe lo que es formar una¨, decía la oma que cargaba sabiduría de los años a su espalda.
Yo siempre preferí mirar su ¨historia de amor¨ desde la periferia. Sus cinco décadas a la cabeza me hacen casi imposible imaginarlos como jóvenes enfrascados en problemas de rutina, crianza de hijos e infidelidades a viva voz.
Hoy me planto con la imagen del polaco venido a argentino. Ese hombre que resguardo sus penas ocultas, redoblo la apuesta, le saco la lengua a un porvenir de angustias y se reinvento como señor de negocios y de campo.
Para mí, es el guerrero de la cabellera abultada, la espalada de roble, los viajes en auto al ritmo del chiri bim, chiri bom y las cabalgatas en fila india por el monte, llevando a todo su legado detrás. Es ése que soplo la sal de la herida, la dejo cicatrizar al viento y la cargó como tatuaje de vida. Ahí está, profunda, aunque casi imperceptible, regalándonos una mirada distinta del dolor y las sorpresas que nos aguardan agazapadas en el juego del azar.
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