Cuando era pequeña, la miraba. A veces estaba triste y reprimida. Guardaba sus emociones y no decía nada, tampoco tenía con quien compartirlas. Vino a España para encontrar una nueva oportunidad, una nueva experiencia.

Acabó formando una familia, y aquí estoy yo. Siendo su hija y estando siempre en medio de una gran tormenta. Ellas no se llevaban bien, y eso yo lo notaba cuando era más pequeña. Obviamente no me acuerdo de todo, la memoria falla pero si me acuerdo de ver una impotencia en ella, por que mi abuela siempre se metía en todo y mi madre no decía nada. Todo ese rencor se lo guardaba dentro.

Con el paso del tiempo, ella aprendió a ganar sus propias batallas. A ganar esas diferencias y muros que la familia de mis padre tal vez le ponía a ella. La familia de mi padre no es una familia tan unida como la de mi madre. Tal vez eso es lo que a ella le chocó. Pero ahora ha aprendido a que no la pisen, no se calla nada por que sabe que todo ese rencor que llevaba dentro la llevo a esa enfermedad que hoy en día tiene.

La admiro, por que bien es cierto que cuando era pequeña no me daba cuenta de como mi madre, ella, no quería vivir bajo el mismo techo que la madre del hombre al que amaba. Aceptó de vivir con ella, quien sabe por que, por bondad o por amor a mi padre. La sigo admirando por que no parece que tenga esa enfermedad crónica llamada artritis reumatoide. Lucha cada día para que sea feliz y así lo hizo cuando era pequeña para que no viese esa pequeña batalla entre mujeres en la familia.

Ahora tal vez me doy cuenta de muchas cosas, me pongo en su piel y veo su dolor y lo siento. Pero ella hace algo que es muy bueno. Pasa página y perdona. Algo que todos deberíamos hacer.

Ella y solamente ella para mi corazón, sabe lo que es salir a delante.

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