Mientras esperaba la llegada de mi abuelo a casa, mi madre desesperada me dijo a los ojos.

-Ahí viene-

Me quede pasmada, no sabía quién vendría, en eso llego la ambulancia asiéndose notar con su alarmante sonido, de ahí bajo mi abuelo. No querían que fuéramos a verlo, la mirada tan afligida de mi mama que no la dejaba mirar a otro lado que no fuera a la llegada de él, se puso tan mal cayendo en brazos de mi tío, sin saber la razón de porque había sucedido tal acción, mire a todos, cada uno de ellos daba señal de lastima, dolor, parecía un mar de lágrimas, en un rincón secándose la cara y yo seguía desconectada de lo que sucedía, mientras tanto mire el reloj, no pasaba de las 4 de la tarde era temprano para que mi tía saliera del trabajo, todos estaban aquí, después de tanto tiempo la familia se había vuelto a reunir de una manera inolvidable, cada quien se abrazaba dejando caer su rostro al hombro de quien se cruzaba en su camino y las lágrimas seguían cayendo, en eso pusieron a mi abuelo en su cama para que descansara, su inmovilidad daba señal que estaba dormido como un oso al invernar, nada lo despierta hasta llegar primavera, su piel era tan blanca como la nieve, en esos momentos envidiaba su figura, delgado, blanco, feliz, dando una buena siesta, tal vez soñando en lo que hará después de levantarse, mientras dormía le escribí una carta para que supiera que estaba contenta con su llegada del hospital, pues su ausencia hacia las tardes aburridas, nadie contaba mejor un chiste que el, esa mirada que nos ponía a temblar a todos cuando veíamos que algo no concordaba con lo que decía, esas cosquillas que nos hacía para que no lloráramos al hacer alguna acción mal, faltaba las veces que necesitaba que el estuviera ahí para defenderme de los regaños de mi madre, pero estaba segura que eso iba a volver a suceder, me acosté a su lado quedándome dormida mientras mi madre y mi abuela me miraban con tristeza y lágrimas en los ojos…

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