Hoy se cumplen tres años. En realidad dos, debido a mi pequeño accidente craneal que me mantuvo fuera de combate, justo después de que te fueras de viaje.

Aunque hoy me vea todo el mundo contento, nadie notará como estoy por dentro. Llevo todo el día trabajando duro, mejor, pero tenía esta cuenta pendiente. La razón de escribir no fue más que darte un homenaje virtual, que perduraras. Y de paso, explotar mi rabia acumulada ante las cosas injustas. Tuve una buena maestra.

No sé cuándo te olvidaré, seguramente cuando me muera. Mientras tanto, te morirás cuando a mí me dé la gana. No tienes derecho a desaparecer de mi vida ni de mis pensamientos sin más. Me enseñaste lo que es justo en la vida, y esto lo es.

Nadie es eterno. Y llega un momento que te encuentras en el medio de la nada, te tienes que ocupar de los hijos, y también de los padres. Todos vamos a morir, debemos disfrutar de la vida todo lo que podamos (sin hacer daño a terceros), pues solo te da una oportunidad. No olvidemos que algún día, nuestros padres se irán (o se han ido), y caeremos en la cuenta que no nos dio tiempo a decirles lo mucho que les queríamos, lo mucho que teníamos que agradecerles, lo felices que estábamos a su lado.

Como yo quise decirte, mamá, y no pude en aquellos putos 37 días de sufrimiento.

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