A la memoria de mis bisabuelas: Felipa, Bárbara y mis abuelas: Guadalupe, Clotilde.
foto : Biblioteca central Ciudad Universitaria (1973).
«…y en tus ojos no hay agua, son de piedra, y tus pechos, tu vientre, tus caderas son de piedra, tu boca sabe a polvo, tu boca sabe a tiempo emponzoñado, tu cuerpo sabe a pozo sin salida…»
Octavio paz.
«En el más recóndito paraje del bosque rebulle el perro que todos llevamos dentro, buscando un camino de regreso a casa»
Anelio Rodríguez Concepción.
Años 1971/1985
Silencio, frío, luz que filtra entre persianas, encuentro a la memoria como lobo hambriento tras de mi…
Hoy salí de casa, tengo trece años, en mi mochila una botella de agua, caja de galletas, ropa, poco dinero; camino durante tres días 60 kilómetros hasta llegar a Cuautla, escaparme a casa de los abuelos. ¿Sera por que ahí e encontrado una felicidad absoluta?
A la sombra del mango, mirando las flores, explorando la barranca, saltando entre piedras, fumando mi primer cigarro, todo el tiempo en bañador, sufriendo amores imposibles, jugando futbol, una excursión eterna, un verano que no termina nunca entre el agua de la alberca y el césped del jardín.
Toda esa vida maravillosa transcurriendo bajo el volcán y dentro de casa estaba ella…Quisiera abrir los ojos a ese momento cuando la vi por primera vez: Guadalupe haciendo un boceto del rostro de Zapata, usando distintos carboncillos sobre una cartulina blanca, entrar a su estudio siempre fue alquímico y fantástico . El olfato se impregnaba con los oleos y el solvente, miraba dispersos por la mesa de trabajo o en botes cualquier cantidad de pinceles y brochas, utensilios , estopas, lápices. Me quedaba absorto mirando sus pinturas: «El cisne», «Los revolucionarios», «Las ninfas», «Los payasos», «La rivera». «El bosque»; El bosque donde busco el sendero de vuelta a casa, el bosque por donde deambula Guadalupe haciendo caso omiso de su cuerpo que yace inerte como si estuviera en un profundo sueño.
Los años filtran entre grieta, muro descarapelado, la herrumbre avanza lentamente sobre el ventanal, sueños, vigas que crujen como huesos, cacharros de peltre. Los adobes se impregnan con voces , ecos, susurros, risas, sicofonías; la mañana en que hago mi primera comunión la casa es decorada con flores blancas, los comensales son deleitados con tamales.
Ella es un elefante con mandil a cuadros que se mece a la sombra de la higuera y la granada. Hermosa, sus ojos grises y opacos, su cabellera ceniza, parece estar buscando un punto lejano en las nubes, mientras que los dientes se aflojan, las hormigas trepan el muro, los pájaros comen higos verdes, ella con sus dedos huesudos me aprisiona las mejillas y el humo azul que exhala de su boca disforme me cubre la cabeza, chupa de nuevo el papel arroz de su cigarro sin filtro…Felipa se a muerto ese mismo día, los niños permanecemos encerrados en un cuarto, no se nos permite despedirnos de ella, las mismas flores blancas para la comunión que se usaron por la mañana ahora al anochecer se han dispuesto para el velorio; esas manos de anciana que sobrevivió la sangrienta revolución mexicana no volverán a prepararme un atole de piloncillo y masa, un guacamole, no mas apretones de mejillas ni cigarros Delicados al atardecer.
Alguien sopla la armónica… Las raíces de la higuera y de la granada han sido arrancadas de la tierra, el suelo tiembla y se abre…
Bárbara recorre a paso de tranvía su habitación, los ojos cristalinos y desorbitados de las muñecas en las repisas me atrapan y envuelven, muñecas con cabelleras desalineadas, ella siempre surge al fondo de un corredor, su fantasma cubierto de algas y jaibas que se aferran a su falda duerme a mi lado y me ahoga entre sueños, despierto y es Clotilde quien me consuela y mece los cabellos con sus dedos mutilados, es ella quien me arrastra a la orilla y me observa agónico, he sobrevivido al abismo, y de nuevo me encuentro en un patio jugando con palos y piedras, arrojando objetos a la azotea, corriendo, inventando juegos entre risas como mariposas y mirando escapar los sueños como un globo que se eleva hasta perderse en la bóveda celeste.
Llegó el derrumbe, polvo impregna boca, fosas nasales, nubla la vista, todo cae hacia el vacío, el olvido, lo que queda; son los escombros de mi infancia: Fui un niño feliz.
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