El orden natural de las cosas.

El orden natural de las cosas.

Carlos Olarte

13/09/2017

Abrió la puerta para ver su ficus que ya se había convertido en un robusto árbol. Lo observaba con detenimiento rodeándolo por completo, insatisfecho con su inspección, regresó con unos binoculares para poder examinar con mayor precisión las ramas más altas -El rostro se le desencajó- Entró en busca de una escalera y un hacha. Era el cuarto ficus que iba a destrozar porque al igual que los anteriores no tenía la uniformidad que él suponía debían de tener, sufría mucho al hacerlo, porque amaba esos árboles pero si no tenían la uniformidad que esperaba los destrozaba y plantaba otro.

Nunca supo explicárselo. Desde niño siempre tuvo la necesidad imperiosa de corregir lo que suponía no era bueno para el orden natural de las cosas cualquier transgresión a ese orden lo alteraba y buscaba remediarlo. Un cuadro ladeado en la pared un juguete que por alguna razón se había movido de su sitio una imperceptible opacidad en su calzado que sólo él captaba era suficiente para que no saliera a la calle sino tenía cómo remediarlo.

De joven se transformó en un muchacho sumamente atractivo y apegado al estudio. Su fiesta de graduación estuvo estupenda y su pareja para el baile sensacional así se lo contaron sus padres, aunque la pobre quedó bastante dolida y decepcionada -Acotaron- Por su inasistencia. Fueron ellos los que recibieron su diploma de graduación y los que estuvieron en la fiesta en su representación porque él desistió de ir al no lograr aprender un paso doble. Si no iba a bailar como se debe no había razón para que esté ahí presente les dijo a sus padres. Lo miraron en silencio sin intentar que recapacite, después de todo, nunca antes lo habían hecho. Ya cambiará, fue lo que sus progenitores convinieron desde que se percataron de su obsesiva peculiaridad.

Ingresó a la universidad con la puntuación más alta. Fue la celebridad entre los nuevos ingresantes, allí conoció a Mapi. Ambos se gustaron de inmediato, sólo un detalle en ella impedía que intimaran, Mapi tenía un minúsculo lunar al lado del ojo derecho. Desordenaba toda la belleza que él encontraba en ella alterando drásticamente todo su encanto. Cuando caminaban juntos, él siempre iba al lado izquierdo de ella, para no ver aquél minúsculo lunar que lo irritaba. Mapi creía que andaba al lado del último caballero que todavía practicaba la extinta delicadeza de cuidar que las damas jamás caminen al borde de la vereda y que por esa extrema caballerosidad tampoco se atrevía a besar sus labios.

Ella decidió dar el primer paso estaba enamorada y rendida a su caballero. Fue después de un examen en el que ambos sacaron altas calificaciones que ella sumamente emocionada se prendió de su cuello para besarlo, él -Enardecido y sin titubeos- La empujó haciéndola caer pesadamente al suelo. La sola idea de rozar su rostro con el lunar que la desarreglaba totalmente le era insoportable.

Algunos estudiantes que vieron el violento rechazo lo rodearon para increparle su reprochable actitud mientras otros cuántos la ayudaban a incorporarse. Sólo atinó a correr fuera de la universidad.

Esa noche exasperado y fuera de si rompió todos los espejos que había en su casa, cubrió todas las ventanas y todo material de vidrio con papel para no volver a ver su cara pues temía que con el paso del tiempo encuentre que le han aparecido granos o lunares o cualquier tipo de desordenes faciales que no podría soportar verlos en si mismo. Nunca más volvió a la universidad.

A la mañana siguiente sus padres despertaron sumidos en la oscuridad de su casa, no daban crédito a lo que veían. Tomaron sus cosas y se marcharon, presintieron, que la obsesa peculiaridad de su hijo en el momento menos pensado los terminaría por asesinar.

Entre lágrimas empezó a dar de hachazos al ficus desprendiéndose con fuerza una astilla del robusto árbol incrustándose en su ojo, tal ves, ese ficus a diferencia de los anteriores también tenía la misma necesidad imperiosa de remediar lo que no era bueno para el orden natural de las cosas.

Se llevó la mano al ojo por el intenso dolor que le sobrevino trastabillando de la escalera hasta caer al pasto húmedo. Horas más tarde, luego de enyesar su brazo y de un examen en la posta médica fue remitido al sanatorio mental del estado, en el parte médico se podía apreciar el sello de urgente.

Fin.

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