Quince de enero, llegamos a nuestra nueva casa. Está situada en una lujosa urbanización a las afueras del centro de la ciudad, más exactamente a unos veinte kilómetros. Este nuevo chalé con abundancia, riqueza y sobra de bienes, es el que toca este año. Mi papá, es directivo de una importante multinacional. Mi mamá, es algo más sencilla, doctora especializada en pediatría. Tal día como hoy sigo ilusionada con mis juguetes. ¡Del Rey Mago! Sí. ¿Por qué no? Mi Rey. ¡No quiero más regalos!; ni términos anglosajones. ¿Qué es un Papá Noel o un Santa Claus? No entiendo bien del tiempo, por mi corta edad. Pero si comprendo de un idioma, por el país en el que vivo, el mío; lo amo y le quiero. Los vocablos al uso son enseñados por mi madre. O quizás, por aprender en mi lectura. Mi papá, nunca está en casa, pero hay a veces que le veo.

Mi mamá, no tiene un buen día, la escucho, habla por teléfono con papá y discuten, con una frecuencia consecutiva. A mí no me gusta verlos así, me entristecen. Yo siempre digo qué; ¿por qué hay que discutir? Los adultos, siempre están peleando. Los niños nos enfadamos también, lloramos y nos mosqueamos; pero somos pura supervivencia, y sabemos limar asperezas.

Salgo al jardín, este es muy grande, juego con mis regalos. Me gusta hacer historieta, casi siempre estoy sola. Le hablo, a mi muñeca Lisa, y nos contamos muchas cosas. Me dice, que mamá sigue medicándose a escondidas, y claro yo no la entiendo. Ella, me explica que es para que se le quite la tristeza. Le digo a Lisa, que conmigo sonríe mucho, pero si es verdad que siempre está llorando; pero me besa, y se le pasa. A veces paso miedo, le cuento a Lisa. Ella, me responde que miedo no hay que tener, que es algo imaginario, y que siempre se pueden vencer, pero solo hay una única forma; enfrentándote a ellos. Yo, le doy un beso, y nos dirigimos al interior de la casa.

No hay nadie, me empiezo a poner muy nerviosa. Me da terror quedarme a solas en casa, siempre son muy grandes. Lloro a moco tendido. Lisa, me dice que no llore, que ella está conmigo. Con todo mi rostro lleno de lágrimas y abundante secreción que sale por mi nariz, le pregunto a Lisa; ¿por qué siempre me tienen que dejar sin ayuda en algún momento del día, sin una compañía? Ella, me contesta, que ellos tienen que trabajar, y que sigamos jugando. Al poco tiempo se me pasa, y me quedo dormida.

Me despierta la voz esforzada y levantada de mi padre. Asustada, busco a Lisa, la tengo a mi lado. Me incorporo, me acerco al borde del colchón, pego un salto y bajo de la cama. Lisa se me cae, le pido disculpa. Ella, me esboza una sonrisa. Me da calma, le doy un beso y las gracias. Bajamos las escaleras, hacemos un poco de ruido. Llegamos al salón, miro por la puerta entreabierta, Lisa está a mi lado, con las piernas dobladas, como siempre cuando andamos. Ella, no puede caminar bien, yo le ayudo, es de trapo.

Allí están; mi papá y mi mamá. Él, lleva varios días sin venir. Mi madre, me cuenta, que este año papá, solo viene una vez al mes a vernos en todo el año.

Se hablan con gritos, estoy muy nerviosa. Cierro la puerta dando un portazo. No se enteran, se dan chillidos. ¡Esto es aterrador Lisa! Ella, me dice que también está aterrorizada. Nos escondemos en el hueco de la escalera, se halla cercano, parece que se han callado.

Pasan unos minutos, solo se escucha el respirar de manera profunda y entrecortada de mi mamá, a causa del llanto. Mi papá, abre la puerta, ni siquiera se percata que se encuentra cerrada. Se dirige hacia la cocina, coge un vaso de agua y unas cápsulas. Vuelve al salón, la puerta la deja abierta. Como siempre lo hace.

Nosotras, sabemos que la cosa está más sosegada. Estamos a la espalda de ellos, en el salón. Mamá, injiere las pastillas por la boca; a continuación bebe agua del vaso. Le da, las gracias a papá. Él, le habla.

—Andrea por favor, deja el portarretrato y vamos a descansar.

Ella, acaricia la foto, me da un beso y sonríe.

—Vamos Marcos, debemos de dormir.

Coloca mamá, el portarretrato en la consola. Papá, se gira con tristeza y cabizbajo. Mamá, se echa en su hombro. Caminan hacia la puerta, y, pisa sin darse cuenta a Lisa.

—Lo siento, Lisa.

Dice papá.

—La habrá dejado aquí Marquitos, como siempre lo deja todo por medio.

Contesta mamá.

Frunzo el ceño y me marcho. La timidez, el enfado, el miedo… ¿Por qué?

A Lisa, se la llevan al cuarto de mi hermano y, simultáneamente, empujo al portarretrato.

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