De aquellos días en los que emprender el viaje y dejarte llevar es el objetivo. Cerrar los ojos y permitir que la mente sea el timón y que las ideas, el mapa.

De aquellos días en los que los aromas solo penetran en la piel, en los sentidos, en el cuerpo. En los que los colores son, y son el reflejo de lo que esperamos, de lo que queremos vivir. Y así inicia la historia, esta historia que se escribe con esos sueños, con aquellos olores y las sensaciones, las que nos estremecen, las que nos sacuden y nos desnudan. Caminando, mirando como el sol ilumina en su despertar cada hoja, cada rama, cada espacio y nos enseña que la vida está allí, que la luz es nuestra siempre que decidamos verla y hacerla nuestra.

Que las miradas se cruzan o pasan desapercibidas, que los sonidos se escuchan o simplemente son, que los pasos avanzan en busca de un encuentro o solamente van. Y allí estabas tú, detrás de las miradas, en silencio, formando con las letras de las páginas de aquel libro la historia, esa historia que quieres vivir, esa historia que se construye con tu cuerpo. Y un café, el café que invita a la tertulia, a conocerse, a descubrirse y revelar en el otro la esencia de lo que eres, de lo que quieres y piensas. El café esencontrarse con uno y con el otro.

Y con el último sorbo del café inicia el viaje por aquellos parajes desconocidos todavía, con el recuerdo de la mirada de esos ojos, que solo espero volver a ver.

El día transcurre entre la agitación de descubrir en cada espacio las historias que se escribieron desde antaño y que se han contado en el tiempo, historias de historias. Caminar entre las piedras, entre las calles estrechas, entre la gente que viene y va, descubriendo en las paredes, en las imágenes, en los colores y aromas, esas historias que forman parte de lo que somos.

Y al caer la tarde, cuando los últimos rayos de sol perfilan las siluetas de la historia ya contada, ahí nuevamente sentada en el café, buscando esos ojos, esa mirada. Y de pronto, sonrío y con esa sonrisa, llegan las mariposas revoloteando en mi interior. Y ahí estas tú con el mismo libro, la mirada, el café y esa sonrisa. Y ahí estábamos de pronto compartiendo el café y esperando la caída del sol, mirando extasiados como el cielo se viste de rojo, amarillo, naranja y de pronto sus rayos desaparecen para dar la bienvenida a la noche.

Y esa noche nos descubrimos caminando bajo las estrellas, contándonos nuestra historia y escribiendo en las páginas en blanco, las primeras frases de lo que iba a ser la historia de los dos. Caminamos, corrimos, mirando cada lugar, dejando huella en cada fotografía de este primer encuentro. Y la noche nos sorprendió con la promesa de encontrarnos nuevamente.

Y esa noche te encontré en mis sueños y estoy segura que no dejé de sonreir. Los sueños siempre son la posibilidad de seguir las historias, de escribirlas, de contarlas y sentirlas cada vez más nuestras.

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