Viaje al paraíso después de 21 años.

Viaje al paraíso después de 21 años.

El viaje de la fuga, el viaje de la salvación, al haber estado vinculado con la revolución de El Salvador, C. A. El volver era un sueño emocional, un revuelo de sentires; el enfrentar la realidad de la película familiar en otros colores, sin algunos actores principales. Volver a sentir el olor del mar, rumbo al puerto de la Libertad, grandiosa oportunidad para volver a gravar el perfume de las flores que adornan los bordes del litoral desde el kilo 5. Algún temor existía, la clandestinidad fue descubierta, la guerra había terminado, no obstante mis dos hermanos vivían dentro, y podía existir el rescoldo de resentimientos ocultos resultado de aquellas escaramuzas, lo cual los ponía en peligro. Fue mi primer retorno a las raíces, lo hice desde el Distrito Federal por tierra, conduciendo solo, era diciembre, aunque todavía me embargaba la nostalgia, el temor de represalias hacia los míos. Ellos desconocían mi verdadera forma de actuar y de pensar. ¿qué fue lo que me empujó a deshacer una vida construida? Quizá fue el ímpetu desahogador de ideales trensados en una mística social heredada de mi madre, una criolla mestiza campesina, ¿había entregado 5 años? En mi interior intuitivo algo me hizo reflexionar, «tu esfuerzo con el BPR, estudiando en la UCA, ya estuvo bien». Tus familiares no se pueden defender y, ¡hay peligro mortal en el ambiente! ¡están identificados! Dale paso a tus planes, huye de inmediato. Una camioneta chica, para llevar a mi esposa y mis tres hijos, 4-7- y 11 años, los cuales desconocían mis decisiones, y al momento que abordaron el transporte conseguido a propósito, los embargaba la emoción, todos muy alegres, el único que sonreía por no desairar los momentos felices era yo, después de meter un aparato de música, la ropa y una pequeña bicicleta, les dije: nos vamos a pasear. Cuando pasamos la aduana de Guatemala, fue mi primer suspiro profundo, el peligro era mucho menos, ¿pero? Nuestro destino era México, país neutral simpatizante con la lucha. Sin conocer a ninguna persona, la aventura de la salvación de la vida era inminente. Después de pasar la aduana de México, comíamos en una fonda de Tapachula, mi respiración ya era acorde a los acontecimientos, mis hijos habían obtenido la libertad y la oportunidad de vivir. El propietario del negocio, nos regaló un racimo de plátano, diciendo, son para los niños, con cierta tristeza.

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