En angel que me cuida

En angel que me cuida

Nora Merialdo

03/09/2019

Era una tarde fría, lluviosa, gris. Hacía mucho tiempo que tenía ganas de ir al cementerio a visitar a sus seres queridos, pero el clima la acobardaba un poco. Le hubiese gustado más quedarse en la cama, viendo televisión pero esta visita era algo que venía postergando ya hacia mucho tiempo así que junto coraje, se levanto y fue a darse una ducha caliente que la hiciese entrar en calor. Se vistió rápido y fue sacar el auto del garaje. Ni bien lo puso en marcha, prendió la calefacción y se sintió mejor. Tomo la avenida principal de su pueblo hasta llegar a la ruta y allí, solo tendría que hacer unos 20 kilómetros para llegar a destino. Cada vez llovía con mayor intensidad y aunque estaba tentada de volverse, prosiguió su camino. No había recorrido mas que unos pocos kilómetros cuando un auto le hacía señas para que parara. Lejos de hacerle caso siguió su marcha, pero nuevamente el conductor del otro auto insistía en que se detenga. Puso las balizas y se orillo en la ruta. Del automóvil bajo un hombre de unos 40 años. Ella se sobresalto, pues era un ser extraño, de rasgos marcados y causaba impresión por la palidez de su rostro. Trato de tranquilizarse mientras el joven corría hacia ella bajo la intensa lluvia. Una vez allí, ella bajo un poco la ventanilla y le pregunto que necesitaba. El respondió que nada, que vio que su cubierta trasera estaba destrozada y pensó en alertarla pues consideraba muy peligroso que alguien manejara en esas condiciones. Acepto con gusto cuando el extraño se ofreció para cambiar su rueda. Ella se bajo del automóvil para abrir el baúl en busca del auxilio. No estaba allí, pero recordó que hacía unos días sufrió el mismo percance y había dejado la rueda para reparar y olvido ir a recogerla. Entro en pánico, el joven la tranquilizo diciéndole que tratarían de ponerle aire con el matafuego. Probaron con el de ella y nada. El corrió a su automóvil y trajo el suyo, pero tampoco lo pudo conseguir. Calmo él, le dijo que deberían ir a repararla y que sería mejor que lo acompañara porque era peligroso que se quedara sola en la ruta. Así que, titubeante, se subió al auto del desconocido y fueron al pueblo mas cercano en busca de una gomeria. Una vez allí, el propietario del lugar les dijo que estaba demasiado dañada para repararla, así que le dio una de ocasión para salir del paso. Hicieron el camino de regreso al auto en total silencio, solo se escuchaba el ruido de la lluvia golpeando el parabrisas. El desconocido se ofreció a seguirla a su casa diciéndole que no confiaba en ese auxilio y quería asegurase que llegara bien. Seguía temerosa, pero accedió, ya que a pesar de su aspecto, mas miedo le daba quedarse sola en la ruta puesto que ya había comenzado a oscurecer. Cuando llego a su casa le agradeció al extraño su amabilidad ,quiso pagarle, él se negó y entonces le dio su tarjeta diciéndole que la forma que tenia de pagarle era que un día cualquiera aceptara verlo otra vez. Ella tomo la tarjeta de un extremo pues estaba algo mojada y manchada de barro proveniente de sus manos al cambiar la rueda y el desconocido se alejo. Entro a su casa y arrojo la tarjeta al hogar de leños esperanzada de que las llamas consumieran aquel trozo de papel junto con la imagen de ese hombre y de un futuro posible encuentro, sintiendo escalofríos de solo pensar que el pudiera esperar su llamado. Se preparo algo rápido para comer y se fue a la cama. Durmió toda la noche y a la mañana siguiente se despertó de buen humor. Tomo un baño caliente y sin desayunar se dispuso a ir a comprar un auxilio. Para su sorpresa ahí estaba su auto con una cubierta nueva. Y no había ningún indicio del desconocido. Se subió y fue al cementerio. Llevo flores a sus seres queridos y cuando ya estaba saliendo, vio una tumba que le llamo poderosamente la atención. Había un nombre, Raúl Aimer, con fechas, flores muy marchitas y una vieja fotografía. Quedo paralizada al ver que era el retrato del extraño que la había ayudado en la ruta, pero que había muerto hacia mas de veinte años. Como no guardo su tarjeta? Que decía en la misma? Nunca más sabría la verdad. La embargo una profunda tristeza y pensativa hizo el recorrido para llegar a su hogar. No podía creerlo, no podía encontrarle una explicación a lo sucedido. Cuando iba a bajar del automóvil vio dos matafuegos, el de ella y el de el. Presionada contra el gatillo del matafuegos del extraño estaba la misma tarjeta que había arrojado al fuego la noche anterior y entre las manchas de barro se podía leer que decía: Espero me visites de vez en cuando, Raúl Aimer.

FIN

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