-Puede abrir los ojos señor Gastón. Confíe en mí, todo está bien. -El tutor lo observaba desde dentro de su traje con un ánimo de curiosidad característico. Se encontraba a una distancia prudencial para restarle presión a las decisiones de su acompañante.

El cerebro positrónico de Gastón lanzó finalmente la orden y las membranas de fibra de aluminio que hacían las veces de párpados se plegaron hacia arriba dejando expuesto el lugar en donde se encontraba. Una ráfaga de viento acarició sus sensores y sus recuerdos colocaron las sensaciones adecuadas; recordaba el cosquilleo de su cabello azotándose contra su frente … docientos ochenta años atrás.

-¿Este era mi barrio? ¿Estamos en el barrio donde me crié?

-Aquí se encontraba efectivamente su barrio señor Gastón, son éstas las coordenadas exactas. -El tutor aguardó un instante antes de continuar. Sabía muy bien cómo dosificar la información, Gastón Quevedo era el resucitado número tres mil setecientos dos.

-Hace casi cien años que la geografía de este lugar dio un cambio brusco y tiene que entender que la realidad en la que se encuentra…

– … es totalmente diferente a la que recuerdo. Leí muy bien el manual del contrato cuando decidí criogenizar mi cerebro.

-Así veo señor Gastón y como ve, usted es el beneficiado con su aplicada actitud.

-¿Cuántos más decidieron realizar esta… esta acción? ¿Veré pronto a los demás resucitados?

-Todo a su tiempo señor Gastón, pero le puedo adelantar que no son tantos como quisiéramos.

Gastón se dedicó a observar aquel lugar, emitió un impulso eléctrico que logró vestir sus recuerdos con fragancias e imágenes que iba comparando y recolectando, sintió la ceniza sobre la que estaba parado y la notó fina y pegajosa, luego notó a lo lejos unas montañas grises, incontrastables con el firmamento. El tutor ya estaba aguardando un comentario al respecto.

-Esas montañas… aquellas montañas, no estaban ahí.

-Fueron producto de uno de los cataclismos ocurridos hace docientos años aproximadamente.

-Percibo mucho más viento del que recordaba, sin mencionar que la temperatura ha descendido muchísimo si la comparo con mis recuerdos a comienzos del segundo milenio.

-Huracanes y un complejo efecto invernadero controlan un alto porcentaje del clima señor Gastón.

Gastón se animó a caminar hacia donde percibía algún color que no fuera gris y se adentró en una especie de ciénaga salpicada de charcos marrones que le cubrían la tercera parte de sus piernas fabricadas de aleación de titanio, sus sensores le indicaron la tibieza del agua.

-Aguas que brotan desde dentro de la tierra. Puedo intuir que el calor le reconforta.

-¿Hay algún lugar en el cual queden estructuras construidas por los hombres de mi tiempo?

-Sé de algunos lugares pero no cerca de aquí. No obstante señor Gastón, sabe usted que lo podemos trasladar donde usted requiera. Aún quedan restos de la Muralla China, o de la Torre Eiffel, aunque claro que no está más en posición vertical pero es un verdadero espectáculo, ¿quiere que llame al dron?

-No. Aún no. -Gastón sintetizó un suspiro. -Entienda mi decepción. Hice este viaje en el tiempo guiado y seducido por la imponente ciudad del futuro que esperaba encontrar, entienda mi frustración al pisar nuevamente el lugar donde crecí convertido en este paraje árido que no termino de reconocer. Ésta era una ciudad moderna y cosmopolita sabe…

-Lo sé. Está en mis registros, entiendo su frustración.

Gastón sintió un cosquilleo y calló. Lo primero que escuchó Gastón al ser resucitado fue una voz que le indicó el lugar donde debía ir cuando sintiera una vibración en sus pensamientos. «Usted sabrá reconocer la señal; lo esperamos allá».

La «resucitación» consistía en el descongelamiento del cerebro para luego, asistidos con la nueva tecnología, trasladar absolutamente toda la información al cerebro positrónico de androides fabricados en serie.

Gastón se sintió por primera vez intimidado desde su resurrección. Sentía en ese instante la vibración pero aparecían las dudas. El tutor parecía atento y honorable, además lucía el emblema de la empresa que había contratado docientos ochenta años atrás para que fuera la responsable de librarlo de su enfermedad terminal haciéndolo huir hacia un seductor viaje al futuro. ¿Era lógico actuar a sus espaldas y obedecer una misteriosa voz?

-Quisiera recorrer algunos accidentes geográficos que recuerdo, ¿existe aún el volcán Anak Krakatau? -Dijo finalmente.

-Aún existe. Llamaré el dron.

Minutos después Gastón y el tutor sobrevolaban las faldas del volcán, cuatro islas eran testigos mudos de dantescas erupciones. El dron encontró un claro y aterrizó.

El viaje por la nueva estratosfera terrestre significó un nuevo vuelco en la lógica analítica de Gastón. Al parecer nuevas leyes físicas regían desde los apocalípticos acontecimientos que dieron comienzo poco antes del año 2050. El dron tuvo que esquivar repetidas veces asteroides suspendidos dentro de un magnetismo que había enloquecido. Ni el laxo color púrpura predominante amainó las aceleradas conjeturas del viajero.

-Ahora los Polos terrestres mantienen una carga incesante…

-No es necesaria la explicación, de igual manera no lo entenderé.

Una pequeña cápsula imantada salió entre las rocas y se pegó en la cabeza del tutor mientras bajaba del trasporte, inmediatamente en un reflejo defensivo intentó arrancarla y lanzarla lejos cuando una conocida voz le indicó a Gastón tirarse al suelo. La cabeza del tutor estalló y los restos adheridos aún al torso adoptaron una mueca espantosa. El tutor se abalanzó como una fiera hacia donde intuía se hallaba Gastón pero androides de cerebros positrónicos aparecieron y lo apresaron. Uno de los androides se acercó al viajero.

-Sólo el 10% de los resucitados hacen caso a nuestra solicitud, el resto perece.

Todos observaron con aprensión al tutor, quien despojado de su traje biomecánico se expuso como un ser enfermizamente delgado y blanquecino.

-Los hombres se volvieron una raza amargada y malvada. Han involucionado a manera de monstruos con sentimiento de culpa. Saben que son los responsables del estado del planeta. Ahora sólo buscan ensañarse con los que huyeron de esta maligna evolución.

-¿Y qué es lo que hubieran hecho conmigo?

-Créeme. No quieres saberlo.

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