Capítulo 1:
Debí marcharme de ese lugar, huir sin decir nada, salir de noche y no volver nunca. Sin mirar atrás. Irme lejos muy lejos de él. Pero no fue así.
Lo hice sí, pero mirándole a los ojos y diciéndole que esta vez no había marcha atrás, me iba para siempre… Ahí estaba, mirándome fijamente con los ojos vidriosos. Sin saber que decir, sin saber cómo actuar.
Estaba decidida, había enviado dos cajas llenas de vuelta a casa, sólo llevaba mi maleta de mano, con la que vine, con la que me iba.
Salí de mi cuarto decidida a bajar las escaleras cuando me tomó del brazo y entonces lo dijo, oí esas palabras que se clavaron en lo mas profundo de mi ser. Esas dos simples palabras lo cambiaron todo… para siempre. Ese fue el principio del fin. Lo miré y dije:
– ¿qué quieres? Tengo que irme o perderé el vuelo…
– ¡Te amo! – dijo.
Me derrumbé, lloré, lo abracé, solté la maleta y nos besamos. Lo tuvo tan fácil… Sabia que estaba perdida.
Oír esas palabras que jamás me habías dicho antes me hizo volar, soñar y creer que si, esta vez sí.
Sabía que lo decía de verdad, su mirada era sincera. Él no era de esos que lo suelta a la ligera. Era el tipo de hombres frío y calculador que te hacen hasta dudar de si realmente sienten algo. Tal vez tardo demasiado, pero lo dijo en el momento mas indicado.
- -¿Ahora qué hago? Mi familia me espera, no tengo prácticamente nada para seguir, hasta he dejado el trabajo.
- ¿Por qué? ¿Por qué me haces esto? ¿por qué ahora? No te entiendo…llevo meses intentando que esto funcione, demostrándote lo que siento, tratando de saber si tu sientes lo mismo…y tú con tu frialdad y tu indiferencia. Haciéndome creer que para ti todo esto es solo un juego. Ahora cuando ya no puedo más me dices esto. ¡No es justo! ¡Me vas a volver loca!
- -Yo ya lo estoy, lo estoy desde el momento en el que me di cuenta de que ya no sabré vivir sin ti. Por favor, déjame demostrártelo. Quédate por favor.
Me fue imposible cruzar la puerta con esa maleta, coger mi vuelo de vuelta de las 19:15. Me fue imposible escapar.
-Llamaré a mi madre…
Qué difícil era todo. Cualquier decisión que tomara dolía. Por un lado, dejarlo, y por otro lado estaba mi familia, que llevaba ya casi dos años sin verme. La pequeña, la niña de sus ojos…que un día sin mas decidió marcharse a probar suerte en otro país. Trataban de convencerme de que vuelva a casa, que ese no era mi lugar, que allí estaba sufriendo innecesariamente. Cosa normal ya que llamaba cada vez que sentía que no podía más, llorando y sin ganas de seguir allí. Sin contarles por su puesto la verdadera razón. La razón era él.
Era una montaña rusa constante. Un día me llevaba al cielo y al día siguiente podía mandarme al mismísimo infierno. Un día me llenaba de vida, de felicidad y de ganas de luchar y otro me quitaba las ganas de vivir.
Su madre ya me lo advirtió, realmente ella me pidió ayuda.
Era una madre desesperada por ayudar a su hijo, por entenderlo, por sacarlo de ese agujero en el que había caído. Quería saber por qué al despertarse un buen día decidió dejar todo; dejar de salir, la universidad, amigos, fiestas, su novia, su coche… Así, sin mas sin dar explicaciones, se quedó en su casa se encerró en su propio mundo y no quiso saber de nada ni de nadie.
Recuerdo que fue en un cumpleaños de un miembro de la familia. Salimos al balcón a tomar el aire cuando pregunté por él.
– ¿Y Kevin? ¿Por qué no ha venido? – pregunté
– Él no viene nunca, hace mucho tiempo que dejo de salir.
– ¿Con la familia? Bueno, es normal siempre cuando se hacen mayores se distancian de la familia.
-No, el no sale con nadie. No sale de casa.
Me contó todo. Ella me dijo que había días buenos y días malos, días en los que parecía feliz y días en los que directamente, no estaba.
No entendía que le pudo pasar. Era puro misterio.
Llevaba allí más de dos semanas y no me había dicho ni un simple “hola”. Pasaba por mi lado, me miraba fijamente pero no cruzábamos palabra. Me ponía la piel de gallina. Reconozco que incluso que llegué a sentir miedo.
-Tal vez ahora que estas aquí puedas ayudarlo.
-¿yo? ¿cómo?.- No lograba entender cómo podría yo ayudar en algo tan complejo.
– Haciendote su amiga, dile que no conoces a nadie y que te gustaría conocer la ciudad, que él te la podría enseñar…
– Mmm… bueno puedo intentarlo- contesté tímidamente.
<< ¡Menuda mezcla!, él, un «rarito» marginado social en toda regla y yo, la persona más vergonzosa que puede existir>> pensé.
Creo que ella no se imaginó que eso se convertiría en algo más que una amistad, ¿o tal vez sí? ¿Lo haría con esa intención? Eso es algo que nunca sabré.
Su plan funcionó. Salimos juntos a conocer todos los lugares de los alrededores. Al principio nos centramos en los sitios turísticos; el big ben, London bridge, Picadilly Circus, el palacio de Buckingham…
Cuando nos quedamos sin lugares a los que ir hacer turismo empezamos a ir a centros comerciales, parques, plazas… Los planes cada vez eran menos formales, más íntimos y nosotros cada vez los disfrutábamos más. Hasta que un día surgió, la amistad se nos fue de las manos y empezó la historia. Empezó el autentico viaje, un viaje inestable, dulce y a la vez tan amargo.
OPINIONES Y COMENTARIOS