A veces cuando emprendo esos viajes espontáneos de los que no suelo charlar con nadie, me siento algo desahuciado por no sentir diferencia alguna en ninguna parte del mundo.

Pude haber pisado muchos países, pero nunca me vi atacado por el desarraigo, quizás porque el mundo en plenitud era mi hogar.

Hay algo, sin embargo en el interior de mis propias tierras. Hay un lugarcito que se llama Cachi. La gente del lugar presume avistamientos de ovnis y sucesos paranormales. Hay algo.

El lugar de por si es sobrenatural.

Pequeño sin mucho movimiento, una plaza principal, la iglesia y al lado el museo. La escuela está a la vuelta y está rodeado de restaurantes con el mejor locro que probé. Algunas vendedoras de tortilla a la parrilla deambulan de un lado al otro.

Como un riley en mi cabeza, el eco de tu voz. Casi acompañado por un vago toque de los acordes de una guitarra. Los cerros todos nevados, un par de sauces llorones encuadrando el paisaje.

Era la primera vez que venías a Argentina y estaba emocionado como un niño, y entonces cada paso tenía su peso. Cada viñedo en el camino al pequeño pueblo era como mezclar mis sentimientos con alcohol. Algo adormecedor, embriagador y dulce, a veces amargo. Lastimaba mi garganta. Cuando sonrías al ver algo por primera vez, el verde era más saturado y el cielo más azul.

Pero entonces me dijiste que era un solo viaje de ida y vuelta, que no podías quedarte quieto en un solo lugar, entonces te llevaste mi corazón, lejos. Algunos transeúntes de la vida son imposibles de olvidar, y algunos están destinados a ser un pequeño viaje turístico.

Dijiste que estabas sólo de pasada y yo levanté mi copa y brindé por eso, escuchamos algo de música y me perdí otra vez en el riley aturdidor.

Te gustaba analizar las personas, veías profundidad donde todo era superficial, los colores tenían significado y las frases denotaban el interior del otro. Comprenderás que fuiste mi viaje más riesgoso, el más peligroso. Me cuidaba de no demostrarte mis verdaderos anhelos, me cuidaba de apreciar tu preciosa libertad.

Comamos algo ordinario en la esquina de aquel restaurante, donde las sillas están rústicamente talladas en madera y los caballos conviven con autos.

El polvo cubrió tus zapatos caros, pero no te preocupaba, estabas extasiado con un poco de polvo seco.

Me mirabas de vez en cuando con lo que yo creía (deseaba creer) eran atisbos de amor.

Pero entonces me dijiste que solo era un viaje más, que no podías quedarte quieto en un solo lugar. Entonces te llevaste mi corazón, lejos. Algunos transeúntes de la vida son imposibles de olvidar, y algunos están destinados a ser un pequeño viaje turístico.

Los tontos se apegan a los paisajes que no les pertenecen. “Hay que vivirlos, observarlos, retratarlos en recuerdos. Por eso me gustan las fotos, de esas que no se pueden editar, las que irradian sincera felicidad. En la antigüedad se creía que se podía capturar el alma en ellas”. Sé tu circunstancia y la mía, hay gente a la que podríamos lastimar. Habíamos emprendido otro viaje.

Pero entonces fingí desinterés y asentí en consenso. Te sonreí y te dije que estábamos en la misma página. Algunos transeúntes de la vida son imposibles de olvidar, y algunos están destinados a ser un pequeño viaje turístico.

“Un sorbo de vino y vamos a pasear por el museo, pasando el caminito de ripio. Quiero que veas un cuadro interesante.Vos que te gusta la fotografía podrías tener algunas ideas. ¿Qué tal la composición? ¿Te gusta forma y color? En relación a lo que sabes yo no entiendo nada”

Pero entonces partiste sin mirar atrás, al final no me mentías. Y creo que tu desarraigo es digno de admirar, por alguna razón siento que has entendido algo que el resto de nosotros no. Y mis manos en los bolsillos jugaban con las bolitas de naftalina. Supuse que te llamaría cuando fuera por tus pagos. Pero por el momento aún no, quiero que estemos los dos en la misma sintonía.

Espérame quizás un año o dos, quizás un poco, mucho más, quizás toda la vida, yo sé que lo conseguiré, también podré marcharme sin voltear la vista atrás.

Un tango marcado a un compás rítmico en el centro de la plazoleta y tu presencia extasiada. El sonido de disparo. El nevado de Cachi está en su punto justo.

¿A que es preciosa la composición?

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