Hoy comienza mi viaje.
Tengo mi equipaje preparado, todo listo, incluso una visitante inoportuna, la tormenta, una tormenta eléctrica increíble, me produce cierto temor, cierta desconfianza.
Pero me digo a mi misma: » mi viaje no puede esperar, la tormenta pasará «.
El taxi me está esperando, llamo al ascensor, salgo corriendo y entro en mi taxi.
Parece que por fin voy a volar a mis vacaciones tan ansiadas, respiro hondo y trato de calmar mi ansiedad.
Por fin llegamos al aeropuerto, el taxista me ayuda con mis maletas.
Mi avión me espera, recorro impaciente el pasillo de viajeros hasta el avión.
Ya dentro del avión me acomodo en mi asiento a esperar el despegue; la tormenta sigue cada vez con mayor furia, los dioses parecen enfadados, los relámpagos se acentúan, no parece que vayan a calmarse.
Empiezo a tener inciertos pensamientos, y de repente suena la megafonía.
Una voz femenina anuncia mi peor presagio, no podremos volar en tanto se calme la tormenta.
Mira al cielo plomizo, cada vez más oscuridad.
La impetuosa tormenta no cesa, los relámpagos dan paso a los truenos formando una orquesta de música, espectral. Que lejos de calmar me produce una gran ansiedad, trato de cerrar los ojos, de meditar y relajarme, no lo consigo.
La tormenta sigue con su furia, parece un espectáculo trémulo, que manifiesta en todos un temor y un recelo.
Al fin suena de nuevo la megafonía no podremos despegar, hay evidencias de que la tormenta seguirá con su ira.
Fin del trayecto, fin de la ilusión, mi esperanza vacía, mañana quizás amanezca el sol.
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