El viaje a la otra dimensión.

El viaje a la otra dimensión.

Sabía que tenía que salir de las fronteras de la granja humana, ¿pero cómo?

—Se dijo el hechicero—. Y recordó que había creado su propio hechizo para casos extremos. Pero su libertad estaba en juego. Sin pensarlo lo lanzó al universo, ¡lo gritó con la fuerza de un huracán horrible! —Y fue oído.

Ya era libre —especuló—. El sol brillaba fuerte, las nubes eran otras. Trató de mirar fijo al Sol con sus ojos educados en la práctica del Sungazing y descubrió que el astro cambiaba de forma y se le hizo opaco, desapareció. Sintió que había pasado de dimensión. Pero veinte pares de ojos lo observaban.

Una torre de acero con cuatro brazos potentes sostenía una esfera lumínica. El globo estaba a doscientos metros del piso y recubierto de cristales azules. Cada brazo que lo sostenía lucía en su exterior un elevador panorámico que desde las entrañas de la tierra remontaban a un lugar específico en la esfera. Varias sillas giratorias se destacaban por sus colores negros y grises como contrastando con las paredes; el piso de tonalidad crema y lustroso sostenía mesas triangulares y, unos monitores enormes ocupaban casi todas las consolas. Las siluetas de personas sentadas, y otras de pie, hacían juego con el exótico lugar.

Alguien dijo:

—Tenemos un virus en el sistema—. Y veinte pares de ojos miraron los monitores extrañados.

—Vamos a aislarlo—, y los dedos teclearon diferentes comandos. Después fueron dictadas ordenes habladas, cuyo significado la Máquina entendió.

—Es un centro de acción individual — Dijo una tercera figura que al caminar proyectaba su sombra sobre el piso.

El mago se cubrió con una luz blanca antes de perder el estado de vigilia. Le pareció estar en un laberinto de túneles, no en un pasadizo aislado. Sentía que algo se le escapaba del cuerpo, veíase como duplicado; pero no tenía fuerzas para actuar. El silencio se convirtió en sus propios pensamientos.

Sentía que vibraba, que sus nervios querían explotar, pero no encontraba su cuerpo y aquellas sensaciones era entonces imposibles. La desesperación de un cuerpo inexistente, de esa materia inseparable de su cerebro que se había marchado, de un vivir en simulación, eran aterradoras.

¿Estoy siendo clonado átomo a átomo? ─ Gritaba enfurecido.

Abrió los ojos. Después pensó en el hechizo prohibido.

—Al despertar lo había olvidado.

Debía vestirse y salir un rato —pensó—. No podía seguir alejándose de los amigos y amigas.

La casa de Damián, su amigo de la infancia estaba a tres cuadras de la suya, era un amigo muy querido, —¿le faltaba un brazo?.

Tocó el timbre. Su amigo vivía solo. La puerta se abrió y la sonrisa limpia de Damián y su mano derecha extendida lo recibieron. Nuestro ermitaño retrocedió dos pasos.

Con inseguridad dijo: —¿Ya está bien tu mano?—. Mientras pensaba que algo asombroso estaba ocurriendo.

Damian soltó una carcajada, y dijo: —voy a ir a una cartomántica en estos días, eres la segunda persona que me hace un señalamiento de la mano.

¿Quieres ir conmigo?, — añadió.

En la esfera lumínica

Las nanomáquinas dieron forma al avatar y al cerebro de manera impecable. Pequeñas variaciones podían observarse. La evolución siempre mejora, ni amputaciones, ni marcas, ni enfermedades fueron replicadas. Pero el entorno de la criatura fue copiado de manera impecable; los amigos y la ciudad era idénticos, real.

Alguien de los presentes dijo: Tenemos que crear un ser (IA) que diluya para siempre estas impresiones, este sujeto después de todo acaba de entrar el sexto nivel de vida, y hasta que no llegue al séptimo, no estará listo para la verdad relativa de su mundo.

La visita

Quedaron Damian y Héctor de verse al otro día a las 10 de la mañana, las consultas de la cartomántica comenzaban a las 10 y 30 AM y terminaban a las 3 PM. Un buen trabajo —pensó Héctor—. Cinco horas diarias y ya estaba lista para holgazanear.

El edificio donde vivía la cartomántica era de cinco plantas. No había elevador, la escalera de losas verdes y sucias fue subida hasta el piso quinto. Los dos jóvenes tocaron a la par con sus nudillos.

La mujer, ataviada con una saya larga y roja, una blusa de flecos dorados y una sonrisa franca, consultó primero a Hector.

Una explicación del Tarot Oráculo, para comenzar con la lectura del pasado, presente y futuro. Las cartas fueron barajándose, vueltas a barajar, y las verdades aparecían como de la nada.

—Estás preocupado por un sueño lúcido que tuviste ayer—. Sí, dijo Héctor lacónicamente.

—Ese sueño refleja de alguna manera una reencarnación pasada—, acotó la cartomántica.

En la otra vida fuiste un mago —continúo—. Te veo por allá por el antiguo Egipto. Allí hiciste muchas cosas buenas y malas; pero estás en esta vida depurando muy rápido tu karma. En aquella vida tuviste un amigo que le faltaba un brazo

—Héctor sintió un leve temblor en sus espaldas.

Estás bien de salud —continuó—, eres fuerte, sensible, inteligente y bueno. Te falta una cosa para ser enteramente feliz, —una mujer.

El Ermitaño seguía preocupado, pero una tarde conoció a una muchacha, y conoció el amor. Aquella joven lo hacía soñar amores perfectos y olvidarse de sus aventuras extrasensoriales.

A partir de Lucía, dejó de pensar en abducciones, solo visualizar a su amada era su meta.

Setenta años pasaron, la ancianidad de Héctor fue un día visitada por la muerte, y en aquel nuevo aniversario de su boda, falleció.

Héctor visualizó un túnel en su transe; y dentro del corredor un hombre que proyectaba su sombra sobre un piso color crema. El hombre se le acercó y le dijo:

—Vas para el séptimo nivel, lo has hecho muy bien.

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