Impacientes partíamos hacia La Puerta. A pesar de que ni era el primer viaje juntos, ni el corto, ni el largo, ni supongo el último, y con toda la experiencia anterior de no olvidar ningún cacharro impecable para acampar en nuestro queridísimo campamento, dejamos nuestras rutinas atrás y como unos niños pequeños con toda la alegría del mundo nos dejamos llevar por el viaje. Si una vez llegamos acampar olvidando la tienda en casa, esta vez procuramos coger hasta diminuto detalle. Ya sabes. Desde las esponjas para ducharse en los baños compartidos hasta las sartenes para hacer los macarrones con cuatro quesos y tomates. Una adorable ansia nos lleva directamente al sitio y a pesar de que es la enésima vez que estamos aquí, conseguimos sentirnos alucinados y boquiabiertos por la belleza del lugar. Los pinos, la tranquilidad, el río. Al final pillamos el mejor sitio en el camping. Y nada más de discutir amablemente si poner la tienda de forma diagonal o aparcar el coche por allí mejor, estamos contentísimos de nuestras decisiones pero de pronto nos damos cuenta de que no tenemos piquetas. Aplaudimos en nuestra mente que tontos somos y de haber conseguido solucionar el caso con unas piedras, instalamos por fin. Estamos felices. La cena perfecta. La brisa perfecta. La noche de estrellas. Tenemos repelente. El día siguiente nos levantamos de caras hinchadas. Resulta que tenemos alergias u algo parecido, nos reímos de nuestras caras y probamos las chanclas de la ducha. Resulta que son igual de buen precio que su impecable función para esquiar también. Nada más pisar el suelo mojado, te puedes sentar sin querer en un segundo. Pero yo como las demás criaturas esquiamos hasta los espejos para ponernos guapas aunque cien por cien a nadie le importa si tienes el bigote o necesites depilarte ya que lo más actual es tener tu propio papel higienico. Todos están quemados del sol y todos olemos de las mismas cremas solares. Consigo refrescarme y despertarme del todo. Resulto estar hermosa a mi pareja y los dos dirigimos hasta nuestro hornillo para hacer unos cafés. Son las 11:30 y ya unos cuantos metros atrás una pareja se está peleándo por cosas sin sentido. Un perro nos acaba de mear encima de la tienda. Unos críos juegan con la pelota y ésta con éxito entra al hornillo con el agua hirviendo. Decidimos tomar un café en la cafetería del camping. Mientras atravesamos los laberintos del campamento, veo que la mayoría escondidos en sus caravanas y tiendas están mirando la tele. ¿Que coño hace una tele en un camping? Sigo sin entenderlo. Los cafés y tostadas tardinos nos llenan de energía y hacemos unas rutas de senderismo. La gente de Decathlon. Todos están iguales. Las mismas camisetas. Las mismas zapatillas que rozan los dedos. Parece un ejemplo del mundo consumista. Han vendido la idea de acampar. Pero acaso no sabéis como se disfruta una acampada de verdad… con aventuras… Sin quejas. Sin piquetas pero ver más allá. Ver el color de las piedras. Ver las capas de las rocas. Oler el agua del rio. Oír los miles de diferentes pájaros. No tener prisa. Ni ansiedad. No ponerte nervioso por si se te olvida incluso la tienda entera. Disfrutar el momento. Sin importar a la otra que tengo las zapatillas muy feas y las tuyas son más guapas. Ya que las mías no son de Decathlon. Verás y están un pelín rotas. Y verás que no es la primera vez que hago una ruta por eso no me duelen los pies como a ti, supongo. Y sí tengo una gorra del sol que no está de moda. Francamente, estoy feliz de ser como soy. Estamos de camping pero tristemente no todos lo disfrutamos y no por no querer sino por ser como somos. La siguiente mañana yo y mi chico estuvimos haciendo nuestros cafés en el hornillo (sin juguetes por suerte) mientras la mujer que insultó a mis zapatillas era la que seguía discutiendo en la caseta de madera con su marido otra vez. Tal vez no tenga la tele y tampoco tres sartenes pero sí un viaje y una sensación de que estoy en la plena naturaleza con la persona adecuada. Prefiero mil millones de veces estar en mis zapatillas que en las de la otra. Prefiero mil millones de veces mi manera de viajar que la de otros a pesar de todas las imperfecciones que intervengan en mi camino.

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