Sombras de soledad (infraordinario)

Sombras de soledad (infraordinario)

Letras_del.sol

04/03/2023

Era un oasis de pequeños estruendos, mis oídos tapados por unos cascos rojos reproduciendo rock a un volumen no muy apropiado. Me sentía volada, perdida, un poco drogada. La casa se encontraba a oscuras, solo la luz producida por el atardecer que estaba ocurriendo afuera dejaba sombras en las paredes blancuzcas, el frío de los escalones de la escalera tallándome la espalda. Un pequeño triángulo apareció en una de las paredes, contenía líneas oscuras a gracia de las persianas y una base de color naranja por el brillo que producía el sol. Alargué mi mano, la melodía todavía retumbando en mi cabeza, una réplica en negro se manifestó en el triángulo dorado. Se movía al mismo tiempo que su idea original, mis manos empezaron a balancearse y pintarse gracias al sol. Cerré mis ojos, las sombras todavía bailando en la pared. Era una maravillosa idea, se leía poesía en mi cabeza y sin embargo no había nadie con quién compartirla, y parte de mí tampoco lo quería. 

Abrí los ojos y seguí bailando, en las paredes las sombras seguían bailando, las mariposas seguían bailando. Se convirtió en un baile de ligeras interpretaciones y efímeras emociones. El naranja se tornó en morado, un tipo de violeta oscuro anunciando la noche. No quería despertar de esa soledad. Se sentía cómodo estar en un espacio en el que nada importaba, en la que mi danza, mis gritos y mis lamentos no importaban. 

A medida que se fue apagando la noche mi música también fue cesando. Las mariposas se ocultaron o quizá siempre fueron mi ilusión. La soledad se vistió de melancolía. No quería estar sola, pero de alguna manera me las arreglaba para alejar a quién más quería. Esa sombra no volvió, se tornó plateada y se alejó, me recordó la soledad que me rodeaba. Noté que lo que tenía era miedo, el frío en mis huesos. Me daba miedo quedarme sola y convertía en sombra a quienes mi presencia honran.  

Aborrecí mi incoherencia, entonces me acerqué a la puerta y lo dejé entrar. La casa ya no olía a soledad.  

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