¿Has visto alguna vez un arcoíris por la mañana? Una voz grave y baja le susurró al oído, mientras las lágrimas le recorrían las mejillas del rostro acongojado.
¡Abrió los ojos muy asustada! Miró el reloj, eran la 5:50 de la mañana y la lluvia golpeaba suavemente el techo de calamina.
Aturdida, se dirigió a empujar la ventana polvorienta de la habitación dónde se encontraba, pero no pudo hacerlo, entonces corrió hacia la terraza, empujó con toda su fuerza la portezuela del techo, y al abrirla, el aire helado y la lluvia erizaron su piel; aún así, pisó con determinación sobre el techo de calamina mojada por la lluvia, sintiendo por primera vez un frio intenso que paralizó su alma; entonces, levantó la mirada, uno, dos, tres segundos y cerró los ojos…
Un hermoso arcoíris estaba ahí, reluciente, fulguroso y embriagante.
Él estaba con ella.
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