El Hombre Extraño

Era un día de verano, el sol ardiente y el aire estaba lleno de humedad. Juan estaba caminando por la calle principal de su ciudad, una calle que conocía como la palma de su mano. El sol estaba en lo alto y la ciudad estaba viva, con gente moviéndose en todas direcciones, el sonido de los coches y las voces de la gente llenaban el aire.De repente, Juan notó algo extraño. Un hombre estaba caminando hacia él, pero parecía diferente a los demás. Tenía una postura extraña y una expresión en su rostro que Juan no pudo interpretar. El hombre se acercó y le preguntó si podía hablar con él. Juan se detuvo y se preparó para escuchar. 

El hombre parecía necesitar ayuda, había perdido su cartera y no tenía dinero ni para un billete de autobús. Juan, sintiendo empatía por el hombre, decidió darle algo de dinero para que pudiera volver a casa. El hombre agradeció a Juan y se fue,pero Juan no pudo sacar de su mente la expresión extraña en su rostro.Continuó caminando, pero sus pensamientos seguían centrados en el extraño hombre. Se preguntaba si había hecho lo correcto al darle dinero. ¿Y si había sido engañado? ¿Y si el hombre tenía intenciones maliciosas? De repente, vio algo en la acera. Era la cartera del hombre. Juan la recogió y empezó a buscar al hombre para devolvérsela. Corrió por la calle, preguntando a la gente si habían visto al hombre extraño. Pero nadie lo vió.

Finalmente, llegó a la estación de autobuses y allí estaba el hombre extraño, comprando un billete. Juan se acercó y le devolvió su cartera. El hombre parecía sorprendido y agradecido, y le preguntó por qué había hecho tanto para encontrarlo. Juan se encogió de hombros y le dijo que era lo correcto. El hombre asintió y se subió al autobús. Juan se alejó, sintiéndose aliviado de haber hecho lo correcto. Pero también se preguntaba si había sido demasiado desconfiado en primer lugar. Tal vez la expresión extraña del hombre no tenía nada que ver con sus intenciones, sino simplemente con su personalidad o estado de ánimo en ese momento. Juan se sintió en paz, sabiendo que había hecho lo correcto y había actuado con empatía y diligencia. Pero también aprendió una lección importante sobre no juzgar a la gente por su apariencia o comportamiento, y tratar de ayudar a los demás siempre que sea posible.