Una mañana de otoño

Una mañana de otoño

maria flavia nams

01/03/2023

Infraleve:
El crujido de las hojas secas de otoño cuando las pisas al caminar

Infraordinario:
Un sábado cualquiera de otoño por la mañana. Suena el despertador del celular. Lo apago. Me quedo «cinco minutos más» en la cama.

Me doy la vuelta y me enrollo por completo con la frazada. Cierro los ojos, pero no me vuelvo a dormir.

Me levanto como puedo, ya que mis ojos se sienten secos y pequeños. Voy al baño, me lavo la cara.
Tomo la pasta dental y cepillo mis dientes. Me miro al espejo: — ¡Qué despeinada que estoy! — pienso en en voz alta.
Me dirijo hacia el placar, agarro un pantalón y una camisa con flores. Ahora sí, me peino.
Me pongo crema hidratante en la cara mientras, al mismo tiempo, dejo una pava con agua calentándose en el fuego.
Agarro una taza y le vuelco dos cucharaditas de café molido y dos de azúcar; siempre se me escurre ese montoncito de azúcar por la mesada ¿Cómo puede ser?.
Al fuego, también, en una sartén echo dos rodajas de pan. Es increíble que en pocos segundos ese aroma a tostadas recién preparadas me embriague toda la mañana. Escucho el silbido de la pava avisando que ya está lista el agua.
Me siento en el sillón.
Y entre el sorbo de café y el crujir de las tostadas dentro de mi boca, me pregunto:
¿Cuál será nuestra versión más real?
¿La que otras personas perciben y nos manifiestan como tal?, o ¿La que descubrimos en ese momento de silencio y precoz soledad al comenzar un nuevo día?
Quizás la versión más auténtica sea ese primer reflejo que descubro al mirarme al espejo. Cuando todavía no tengo tiempo de pensar en nada más que en verme de frente, así tal cual soy.

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