El abuelo era un reconocido actor de teatro retirado. Ahora le gustaba pasar el rato en su nueva mecedora, mientras, leía a Moliere y se fumaba un cigarro. Llegaron dos personas. Aquellos con caras ceñudas y ojos rojos. el principio de toda la tragedia. Caras conocidas que mi mente infantil no logra recordar. Tengo memorias y detalles que sólo un niño se queda, como la enorme cartera café de una señora que era fea. Después, el abuelo había dicho que era muy guapa. El otro hombre llevaba lentes tan grandes que parecían ridículos. Qué frio estaba ese día, y qué cálida era la chimenea de la abue. Pero cuando ella vio al abuelo levantarse de su silla, se mostró preocupada, y aunque la estufa sonaba advirtiendo su calor, y también la olla protestaba, la anciana se quedó patidifusa. Me miró. Pálida. Abue empezó a contarme cosas de él, llegó a decir que era un genio. No sé si el abuelo era un genio, tampoco sabía demasiado de esa palabra, a veces los adultos la usaban para referirse al mal humor, sólo sabía algo que nunca olvidaré: El abuelo hablaba hasta por los codos. Sí. Contaba historias, anécdotas, cuentos, un día armó una caja con medias y jugamos a los títeres. La abue decía que en ocasiones le bastaba muy poco para aprenderse un guion, porque con sólo conocer las características del personaje, le bastaba con su talento innato y su improvisación. Y entonces se fue con ellos. La abue volvió a la cocina un poco distraida. Estaba un poco preocupado y no sabía por qué. Cuando el abuelo regresó, eran las once de la noche. Lucia como si hubiese entrado en una laguna congelada. Empezó a hablar y a decir cosas, pero eran disparatadas. Inconexas. No era igual. La abuela dijo que hablaba hasta para evitar el dolor ¿Cuál dolor? Que acababa de morir su mentor.

Al día siguiente, en el funeral, el abuelo estado hablando todo el día de él fallecido. Habló de cómo descubrió su talento, de cuanto odiaron a Shakespeare y luego lo amaron. Le habían encomendado dar unas palabras. Era la primera vez que abue leía tanto un discurso. Quiero que salga precioso. Se lo merece. Había dicho. Y cuando subió, todos esperamos. El abuelo no dijo nada. Se quedó en blanco por primera vez ante un público sepulcro, entonces se echó a llorar.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS