RELATO A SEIS VOCES

RELATO A SEIS VOCES

RELATO A SEIS VOCES (infraordinario)


1ª del singular. Yo tengo nueve años, me gustan las chuches y los chicles de menta. Pedro me da patadas siempre que puede, y cuando lo hace yo le machaco la cabeza hasta que me canso. Mi profe es tonta casi todos los días pero los martes nos da ajedrez y me gusta mucho, y ese día no es tonta.

2º del singular. Alberto, aunque soy tu madre y te quiero muchísimo, tengo que reconocer que no sabes hacer la o con un canuto ni nunca supiste. Eres bruto a mansalva aunque te guste la ajedrez. Cuando cumpliste quince años te hiciste mejor persona, pero para los estudios fatal; por eso, la verdad, no me extraña que te hayan suspendido el teórico tantas veces, aunque conduzcas a las mil maravillas.

3ª del singular. Alberto logró aprobar el teórico en el cuarto intento. Y no sólo eso, sacó el carnet para taxista y para conductor de autobuses. Luego se pasó toda la vida trabajando como camionero. Veía a su familia una vez cada quince días porque sus rutas solían ser internacionales y era un hombre moderadamente feliz hasta el día que le tiraron toda la mercancía en la frontera de Irún.

1ª del plural. No fue en Irún sino ya en Francia. Yo iba de copiloto con Alberto y paramos en la primera estación de servicio. Los franchutes nos estaban esperando. Cuando salíamos del bar vimos toda la mercancía por los suelos y corrimos hacia ellos. Estábamos muy cabreados y cogimos unas barras de hierro que teníamos en la cabina.

2º del plural. Deben entender, y no me refiero solo a sus abogados, sino también a ustedes, que aparte de la condena, debería haber un arrepentimiento por su parte, una aceptación pública de culpa. Ni yo ni nadie, puede ir golpeando cabezas por muy lamentable que sea la situación.

3ª del plural. Ellos fueron a celebrar su sesenta cumpleaños. Creían que su padre llevaba demasiado tiempo en la trona y que ya era hora que le dejasen libre, pero Alberto terminó confesándoles que ya estaba acostumbrado, que hacia gimnasia en el patio de la cárcel y jugaba a la ajedrez todos los días. Al despedirse, cuando preguntó por su mujer tuvieron que mentirle, le dijeron que esta vez no le venía bien venir.

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