La silla del rincón

La miré, como esperando que iniciara en una conversación de noche entera, pero ninguno de los dos se animó a decir nada.

   Me miró, como esperando que le hiciera todas esas preguntas para las que no tenía respuesta, pero estaba dispuesta a escuchar.

   El manto terciopelo de una reseca noche blanca, nos miraba mirarnos, en siniestro silencio. Fulgor de vela en brillo, consumiéndose en su cera.

   Madera de resiliencia inerte, expectante, que alguna vez fue vida y que hoy soporta mi existencia con una pesadumbre de ligera porfía.

   La silla del rincón, no se anima a contestar, sé que me escucha, no sé porqué no lo hace. Su silencio me lacera, la oigo cobarde.

   Pensamientos desteñidos y un sentir ya sin alambres, es lo poco que sostiene, cuando mi cuerpo no cabe.

   El rincón en que se esconde, nos ofrece compañía, espacio vacío de silencio, somos una trilogía.

   La silla del rincón, hace rato no me habla, solo espera, paciente de recuerdos y sobrada de sus ganas.

   Cuando me siento en su espacio y me despojo del alma, ya no hay silla, ya no hay yo. Somos juntos lo que suena, en el rincón de la cama.