Mis dos pies izquierdos…

Mis dos pies izquierdos…

Rita Cam

27/01/2023

Hacienda San José – Chincha

Pero ¿Usted está segura? me repetía una y otra vez, ¿Está usted segura que desea clases de Festejo? Yo, armada con una gran sonrisa, mucho entusiasmo y absolutamente convencida de mis habilidades como bailarina, insistía que sí, que estaba completamente segura. No sólo quería tomar clases de baile con ellos, sino que, además, sabía que me convertiría en una de sus mejores alumnas y orgullo de tan prestigiosa academia.

Cansada ante mi tozudez y habiendo utilizado casi todos los argumentos que disponía para convencerme de lo contrario, la señorita me propuso participar de una clase de demostración, “completamente gratuita” dijo.

Yo soy una de esas personas a las que “le pican los pies por bailar”, siempre me gustó, bailo cada vez que escucho música, pero mi súbito interés por aprender a bailar Festejo “profesionalmente” se debía a que el fin de semana anterior, en un corto viaje a Chincha (una pequeña ciudad al sur de Lima.Perú), había conocido a la familia de una amiga, gente maravillosa que hacía música, unos cantaban, otros tocaban instrumentos y todos, absolutamente todos bailaban. Cada uno con mayor gracia y arte que el otro.

Mientras esperaba, fueron llegando quienes luego descubrí que serían mis compañeras, chicas jóvenes, delgadas, vestidas con faldas muy cortitas, y blusas atadas debajo del busto. Yo, estaba ataviada con un buzo que me quedaba grande porque lo había tomado prestado de uno de mis hijos.

¡Y se dio la partida! Al frente el profesor realizaba los movimientos que nosotras debíamos seguir, los mismos que al combinarlos se convertían en graciosas coreografías. Hicimos 15, 40… 100 repeticiones de los movimientos, hasta que todo el grupo cogiera los pasos, bueno, al menos… la mayoría.

A estas alturas, el profesor ya me había movido a diferentes posiciones “estratégicas” dentro de grupo, de adelante, al medio, al costado, atrás, al otro lado. Pero eso no me inquietaba, yo estaba en otra, no sólo transpiraba copiosa y prácticamente agonizaba por falta de aire; sino que, además, no seguía los pasos ni “pescaba” el ritmo de la música, cuando todas se movían para un lado, armoniosamente y al compás, yo lo hacia para el otro. Todas para arriba, yo para abajo, y así…

Yo, que creía haber pensado en todo: la mejor academia, el horario, las vías de acceso, el estacionamiento. No reparé en lo más importante… ¡mis 2 pies izquierdos!!!

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