Culpa infantil (infraordinario)

Culpa infantil (infraordinario)

Mawen

07/01/2023

Un día de mis 14 años, me preparé para ir al cole, en ese tiempo la urbanización de mi barrio no era del todo perfecta, pero hacía poco se había inaugurado el alcantarillado y las inundaciones habían disminuido considerablemente. Esa mañana era particularmente fría y húmeda, la lluvia de la noche anterior había sido copiosa; salí tarde de casa, tenía frío y sueño, además de pocas ganas de coger el autobús siempre atestado de gente, estudiantes en su mayoría que al igual que yo habían dejado las sábanas demasiado temprano.

Llegué a mi parada entre tiritones, poniendo mis manos cerca de la boca para calentarlas con el vaho de mi aliento, vivía en una ciudad que dejaba marcas de sabañones en las manos y labios partidos. Pasados unos minutos comencé a escuchar quejidos desde una de las alcantarillas, me acerqué lentamente por temor a lo que pudiera encontrar, hasta que vi un perro de color indeterminado, mojado y lleno de barro, estaba asustado y no podía salir; cómo entró allí era una incógnita. Estaba sola en la parada, intentar sacarlo significaba quedar completamente embarrada y volver a casa para asearme era imposible, ya iba tarde, además era improbable que pudiera levantar la reja del suelo, tampoco sabía si el perro era manso o intentaría morderme. Miré para todos lados buscando el auxilio de alguien, pero no vi a nadie más. Le di vueltas a múltiples posibilidades, tanto para sacarlo como para justificar mi falta de osadía para salvarlo.

El perro me miraba y seguía quejándose y temblando de frío con las patas metidas en el agua que corría por la base de la alcantarilla. Yo era su única salida. Nos miramos fijamente durante unos segundos, él pidiéndome ayuda y yo pidiéndole perdón por mi incapacidad de ayudarlo. Me conformé pensando que una hora más tarde, seguro habría más gente en la calle que lo pudiera ayudar.

Pasó el autobús y me fui al cole, pero esa mirada y esa sensación de cobardía infantil me persiguieron todo el día y todos los días siguientes. Aún hoy, después de 30 años, tengo ese sentimiento y esa mirada estampados en mi memoria. Ojalá pudiera volver a ese día y ayudar a aquel perro, ojalá pudiera cambiar la historia en mi memoria, pero lamentablemente, las culpas infantiles son como tinta indeleble, no se borran jamás.

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