La humilde bata ( infraordinario)

La humilde bata ( infraordinario)

Ya vuelve a buscarme con sus prisas. Se le olvida “casi” siempre donde me pierde. La observo desde el sitio donde me tiró y su ritmo insufrible marea. No me preocupa su abandono. Siempre me encuentra para unimos en un placentero afán.

Quizás un día, harta de sus desplantes, quede hecha una bola, sin moverme, en un rincón escondido para que no localice donde estoy. Así, yo, descansaría por fin y estaría tranquila, lejos de sus constantes y variables estados de ánimo, dejando de ser su segunda piel.

Fue amor a primera vista. Me escogió entre muchas candidatas. Enseguida congeniamos. Dudé de que ese amor existiera. Lo creía relegado a la literatura y a contadas parejas. Con el tiempo aquel amor cambió. Se ha vuelto rutinario y no tengo voluntad suficiente para descubrir nuevas aventuras lejos de ella.

Me domina porque se cree fuerte y sabe que, de momento, no me voy a revelar. Aunque yo sé de su fragilidad. Incontables veces la consuelo de sus “neuras” y ella busca mis caricias para relajarse y otras tantas, la escucho, con el fin de que saque todos los desvaríos de su interior.

La acompaño mientras se prepara para ganar la batalla diaria al mundo que hay fuera de las cuatro paredes que llama casa. Disfruto con anticipación de su vuelta y espero el contacto con su cuerpo. Cuando vuelve, la mayor parte de las veces, no es ni por asomo aquella muchacha que conocí. Entra rápido, rota por el mundo y va temblando a la búsqueda de sus ansiolíticos. Finjo que no me doy cuenta y espero que me tome con sus brazos para arroparla. Cuando creo que vamos a estar unidas, recobrando los momentos perdidos, se desprende de mí y con un tirón me abandona.

Sé que no está en sus cabales, está desquiciada. Voy a tener que tomar una solución. Esta postura es insostenible. La mujer, en la que se ha convertido, debido a su enfermedad, la he llegado a aborrecer. No quiere poner solución al infierno  que vive, vivimos. Ojalá yo pudiera hacerle comprender que vivir no es lo que ella hace. El estado de crispación constante hace que se muera en vida. Cuando VIVIR es justo lo contrario.

Ya tengo el plan hecho para apartarme de ella. Un día de fuerte viento me acercaré al ventanal y me dejaré ir a dónde el viento me lleve.

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