¿Cuántas bocanadas de aire voy a necesitar para caer en la cuenta que soy todo lo que necesito? ¿Cuantos pestañeos van a requerir mis ojos hasta por fin descansar la vista y confiar en mis otros sentidos? ¿Cuantas veces voy a interferir con el normal curso de la vida, sólo para cumplir un capricho? ¿Cuántas preguntas voy a hacer para darme cuenta que no se nada  y que cuando las hice nunca obtuve las respuestas que esperaba? Son estos momentos donde mi mente pierde la calma, donde se asfixia y la ansiedad gana la batalla a la paciencia y perseverancia.  

Pero la brisa del viento que se cuela por la ventana me recuerda que la melodía de la música despierta a mi alma y en un segundo ella guía a mi corazón y me sana; de la misma manera que lo hace el agua. Pido al universo un mimo que estoy algo cansada. Me levantó y observo el cielo, la oscuridad de las nubes comunica que pronto va a descender una cascada. La percibo como una caricia a mi cabeza dura y pesada. 

Es cuando se reafirma la idea de que la vida, no sé si está a mi favor pero, cómo siendo mi mejor amiga y caminando a mi lado, me da exactamente lo que necesito. Un alivio recorre mi ser. Lo siento en la respiración, en los músculos relajados de mi cuerpo, en las palabras que forman oraciones dando origen a ideas ordenadas que son cada vez más claras en el presente. Que traduzco por escrito al papel y de alguna manera se convierten en una anécdota, parte de esta experiencia. 

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