No sé si os pasa, pero yo nunca logro evitar que los restos de ceniza manchen la madera del mueble del comedor. Cada vez que me sucede, inevitablemente termino recordándole a él. Los restos del dolor que me causó su ausencia siempre manchan mi cara, hacen que se llene de lágrimas pesadas, que saben casi más amargas que el recuerdo de su muerte. Pero lo más triste es cuando limpio esa ceniza y me doy cuenta de que yo nunca tendré la suerte de hacer desaparecer mi dolor con un trapo… Me enciendo otro cigarro, no quiero pensar más en ello, y sin querer, y como siempre, vuelvo a manchar el mueble.

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