Envidiosa (Infraordinario 1)

Envidiosa (Infraordinario 1)

La chica nueva es más guapa de lo que imaginaba. Alguien llegó a comentar que ganó un certamen de belleza en su anterior empleo. Su actitud dulce e inocente la hacía resaltar aún más. Dicen que la rivalidad femenina es una farsa. Las mujeres mayores no sentimos envidia de las jovencitas. Eso es una absoluta estupidez. Ella es otra empleada más, tan importante para la empresa como todas las demás. Aquí todas somos importantes, ninguna es mejor que la otra, además, todas somos mujeres. Bajo la ropa todas nos vemos iguales. «Pero ella es más joven», una voz chillona en medio de mis pensamientos me sorprende. La chica nueva camina hacia mi escritorio contoneándose con una elegancia propia de una reina. Su trasero es perfecto, y sus pechos sobresalen burlones a través de su blusa blanca. «Estúpida, presumida, ¿acaso cree que es la única con tetas aquí?». Me obligo a sonreír. Separo mis labios para presumir mi dentadura. El jefe me dijo en una ocasión que tenía una sonrisa bonita. Ella me saluda con cordialidad, y enseguida me pregunta por el escritorio que le corresponde ocupar. Con la misma cordialidad me levanto y la saludo. De inmediato le señalo el último escritorio al final del pasillo. Sí, el escritorio más cercano al baño. El mismo escritorio con la computadora defectuosa que suele apagarse sin aviso, y con el teclado descompuesto al que le falta la letra «P». El mismo escritorio con la silla averiada. El mismo escritorio apolillado que suele manchar la ropa de todos los que pasan cerca. Después del mediodía, no hay forma de ignorar los olores procedentes del baño. 

—¡Bienvenida! Todas estamos felices de que formes parte de esta gran empresa, —exclamé con una sonrisa de oreja a oreja. 

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