Felicidad (Infraordinario)

Felicidad (Infraordinario)

Roman López

17/12/2022

La anciana sentada en un viejo diván, en medio del salón vacío, mirando la ventana abierta, por donde se cuelan las brisas del otoño, y los aromas de los abrojos húmedos. El sol de la mañana apenas se muestra por sobre las montañas, saludándola y escasamente entibiando el magullado pellejo de su frente. La somnolencia le cierra los ojos, para ligeramente dormitar un par de segundos, un par de segundos de magia. De pronto la casa está llena, las puertas abiertas, los niños corren apresurados preparando sus bolsos, toman sus almuerzos para la merienda, mientras gritan y ríen, para luego cruzar corriendo el huerto y tomar el autobús.

El ronroneo del gato en sus faldas le despierta, y de nuevo la casona está vacía, las puertas cerradas y mudas. Su enjuta y crapulosa mano acaricia al peludo compañero, arremolina sus dedos sobre los bigotes felinos, le llama cariñosa, y luego tornan juntos al sopor. Cierran ambos los ojos y música navideña resuena por las paredes, un olor a chocolate, galletas y pavo recién horneado seducen a las narices, cajas abiertas y papeles coloridos desordenadamente rotos se desparraman por el piso. Juguetes, muñecas, un carrito de bomberos chilla y deslumbra, unos palitroques se enderezan y caen una y otra vez, risas infantiles, jolgorio, abrazos, alegría por doquier. 

Un vendaval flamea las cortinas que zurran al señor gato, este se asusta y despega colérico del faldón, despertando a la anciana. De nuevo la casona está vacía. Le llama y el micho vuelve lento y se sienta gatunamente junto al roído diván, y comienza a lavarse a lengüetazos las manitas y el cuello. La anciana deja de mirarlo, descansa la cabeza sobre el respaldo, y quedan a su vista las cornisas ajadas y descoloridas. Cierra los ojos deseando volver a sus sueños.

Esos pequeños que llenan sus pensamientos ya crecieron, ya se marcharon, siquiera le llaman, siquiera la recuerdan, pero ella aún les adora, ella aún ama y vive de esas añoranzas, de esos años de crianza, en los que les dio todo, los mejores años de su vida. Ahora solo le quedan esas paredes manchadas, el piso gastado, las puertas descascaradas y crepitantes, el jardín descuidado, hasta el silencio de las habitaciones vacías, y todos esos objetos que para otros podrían parecer solo despojos, son la esencia de sus años de brío, son la vieja casona que tanto ama, en la que vive sola con un viejo gato, en la que solo ella, únicamente ella,  puede ver, sentir y soñar la felicidad.

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