Y entonces, esa noche me sentí nerviosa
sentí como mi corazón se aceleraba
y casi con exactitud,
podía sentir el tic-tac de mi válvula mecánica.
No supe dónde ubicar mis brazos
así que sólo los entrecrucé.
Al pasar los minutos me apoyé en tu pecho,
escuchaba latir tu corazón, calmado.
Me propuse internamente focalizar mi atención en la película,
esa misma que en un principio me negué a ver.
Al final, me atrapó la película y la miré hasta lo último.
En ningún momento quité de mi mente el pensamiento
de que estabas ahí conmigo, o yo con vos.
Pero los dos, abrazados.
Cuando quise dar cuenta, eras vos quien ahora estaba apoyado en mi pecho
y minutos antes de que la película terminase, te quedaste dormido.
Te miré, te acaricié el pelo, la cara y volví a mirarte,
una y otra vez, hasta que sin querer te desperté.
Creí que no volvería a vivir un momento como ese a tu lado
pero por si acaso, lo disfruté como si fuese el último.
-Orne Esquivel.
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