¡Vaya, vaya! Ahí están, y aunque yo los elegí, los veo por primera vez. Me hablan, me sonríen, me hacen morisquetas. Aunque no los comprendo, entiendo el lenguaje del amor. Por lo pronto, algo me molesta, siento un vacío, comienzo a chillar. Ella me abraza, me ofrece su pecho, yo lo acepto y la blanca calidez calma ese vacío. Mientras me alimento, la miro a los ojos, pataleo, ella me habla, yo sonrío sin soltar la teta.

Después de un rato estoy satisfecho. Me levanta, me apoya contra su pecho. Me da unos golpecitos en la espalda y mi primer eructo resuena. ¡Esto es maravilloso! Había olvidado cuan hermoso se sentía. En definitiva, aquí vamos. Una nueva vida. Espero hacerlo mejor que la última vez, aunque ya casi no recuerdo. Así es este juego, hasta hacerlo bien y después veremos. Ahora toca dormir.

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