No pediré un perdón imposible. Solo llevaré encima palabras que expresen dolor y pesar. Las meteré por mis ropas de modo que puedan ir saliendo solas durante el descenso. Según aquella vieja idea, uno nunca llegaría a alcanzar el fondo. Bastaría con ir partiendo en dos el espacio a recorrer. Siempre quedaría una mitad pendiente. Las tallaré en madera, las palabras, para que una vez libres vayan subiendo en las frías aguas del océano; primero un tramo, luego otro, por los siglos de los siglos.

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