Depositó la postal en el buzón. Quería despedirse de madre antes de cruzar la frontera. Ella había llorado desconsolada en su partida, pero estaba determinado. Se había preparado durante 40 años y lo tenía todo para triunfar: el traje a medida, los modales refinados y el pañuelo bordado. No habría mujer que se le resistiera, le solía repetir madre. Avanzó decidido hacia la frontera con la espalda bien erguida. Llegado el momento, abrió el maletín y palideció. Madre, ¿no ha metido el pasaporte?

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