«Quiero ir a Japón». Lo pienso, lo deseo, casi siento que lo necesito.

Pero no puedo ir, o es que no quiero. Los idiomas, los malditos idiomas. ¡Ah! Y el precio. ¿Y cuándo voy?

Y si a Japón me da qué pensar… ¿Nueva Zelanda? ¡Qué paisajes, qué naturaleza… qué lejos!

Mejor algo más cerca, sí. Volver a Berlín.

Allí me sentí como en casa, fui yo mismo.

Aunque…, no sé si necesito ir a encontrarme, solo tengo que buscarme. Aquí, dentro de mí.

La verdad es que está cerca, no muy lejos.

Ahí.

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