Después el silencio, dimensión absoluta de mi lugar en el mundo. Mi mirada acariciando a la musa, la piel que asoma en el cuello de la ruana. Da la hora de parar. La musa descansa de la pose. Fuma.

Avanzamos hacia el mesón de madera. Cenamos. Luego el aseo, la piel, el descanso. Sin mas ruidos que la nostalgia.

Amanece. Un gallo ejecuta su virilidad sonora. La musa duerme. Hora de los escritores, café, computador. Word, arial, sangría:

Había una vez un hombre, que quería regresar …

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