Nuestra casa, la de mi bisabuela Manuela, era bella, de bareque, y patio, habían matas, el palo de brevas, el palo de badea injertado con maracuyá, habían flores, esa enredadera que daba flores amarillas, tan comunes en algunas partes sobre todo en tierra caliente, y que nunca supe cómo se llamaba, algunas veraneras, el zapatico chino, el resto se redujo al estudio, mi primaria, nuestro colegio, nuestro empezar a trasegar en ésta vida, mis hermanos mayores, William y Jineth, excelentes estudiantes, mi tío Jorge Enrique, quien fue nuestro maestro de todas las cosas, las primeras letras, la interpretación sin texto, a través de la Gata Tobita, y con letras, Benitin y Eneas, Educando a Papa, o sea Pancho y Ramona, El Fantasma, Mandrake El Mago, la cantada en grabadora de carrete, “ Allá en el Rancho Grande “; y la televisión en blanco y negro, el primer viaje a la luna, Pérdidos En El Espacio, Tarzán, Viaje Al Fondo Del Mar, Viaje A Lo Desconocido, La Isla De Gilligan, Viaje A Las Estrellas, con nuestro premio y nuestros honores para el señor Spock; y todos esos programas que muchos de mis vecinos disfrutaban en mi casa, porque era el único televisor de la cuadra. Claro que sí, porque vivíamos en el barrio Colombia justamente al frente de la fábrica, no, no vamos a hacer publicidad quienes vivíamos al frente, refiriéndome a cualquiera de sus frentes, sabemos a qué nos referimos, una mole de cemento; pero que con la ayuda de toda nuestra imaginación, servía de escondite y base de diversos juegos; un día mi hermano William, al disparo de una pelota de football fue alcanzado por un vidrio que al romperse desde lo alto cayó y se incrustó justamente en su omoplato muy cerca de uno de sus pulmones, después la cogida de puntos, y su pronta recuperación.

Nuestra vida se limitaba a las labores escolares; pero girando en el tiempo y en la imaginación a través de, Julio Verne: -­ Viaje al Centro de la Tierra, La Vuelta al Mundo en 80 días, Las Indias Negras, De la Tierra a la Luna, y todos y cada uno de los cuentos infantiles, las bellas fábulas de Rafael Pombo, “ El Renacuajo Paseador “, “ La Pobre Viejecita “, “ El Gato Bandido “, “ Simón el Bobito” y todas las demás..

Fuimos muy de buenas porque tanto a mi papá, como a mi mamá, les gustaba pasear, con mi papá, por lo menos cada quince días, o cada mes, íbamos a Buenaventura, La Bocana, Ladrilleros, muy pequeña conocí el mar, la arena, la exquisita comida del pacífico, la tortilla de camarones, fui muy feliz en mi niñez porque pude jugar, saltar, pasear, mis papás me quisieron mucho, y yo a ellos, mi papá para mí siempre, fue y será un gigante, pues sentado en su silla de ruedas, pudo gracias a Dios, darme gusto en muchas cosas, a las que al parecer no podía tener acceso; pero que fueron posibles.

Mi abuelo Raul, el esposo de mi abuela, es decir mi mamita María, nos sacaba también a elevar cometas, al matiné, a los títeres, desde pequeña pudimos ver obras de teatro, títeres y marionetas; y qué no decir de los cuentos de espanto que nos narraba, “ La Patasola, La Llorona, La Viudita…”, nos daba mucho miedo escucharlos; pero pedía aquellos cuentos y allá en el Distrito Educativo No. 2, donde habían tantas sombras en la noche, nuestra imaginación nos hacía aterrorizar; pero qué hubiéramos hecho sin la imaginación y todo ese nutriente que nos daban nuestros abuelos.

La casona era grande, y una parte del piso en madera, miedosa, porque se veían muchas sombras, se sentían ruidos, sobre todo en las noches, y aún en las tardes cuando los funcionarios de la educación, abandonaban el Recinto, las oficinas del Distrito Educativo Número 2. Nuestro abuelo era el vigilante permanente del Distrito Educativo, tenía unas manos mágicas y con ese don inefable que Dios le dio creó un hermoso jardín, donde habían bellitas, rosas salmón, rojas, amarillas, blancas, también helechos, y bellos arbustos que entre verdes y colores hacían olvidar que se trataba de una institución del gobierno.

Mi hermano Jairo, fue criado por mis abuelos y allí creció y fue así como también llegué pequeña a aquel Distrito Educativo, visitaba a mi abuela María, a mi abuelo Raul, y sobre todo a mi hermano Jairo.

En el Distrito Educativo, justo pasando por el pasillo de madera que emitía sonidos aterradores para nuestra edad, allí justo en la inmensidad de los pasillos y de dos o incluso tres de las oficinas, estaban inermes y en metal de color gris y puerta de vidrio, las pequeñas bibliotecas, en esas bibliotecas estaban los tesoros. Allí estaban todos aquellos cuentos infantiles, y otros viajes, El patito feo, El soldadito de plomo, caperucita roja, la bella durmiente del bosque, Hansel y Gretel o la casita de chocolate, Pulgarcito, La Cenicienta…La misión no fue difícil; aunque sí requirió de nuestro ingenio y nuestro esfuerzo, convencí a mi hermano Jairo, para que entre ambos, y con una pequeña palanca, pudiéramos levantar la puerta de las bibliotecas y así poder llegar a aquellos libros, a través de los cuales voló nuestra imaginación. También a veces usamos un alambrito, cuando la biblioteca tenía doble llave, el trabajo fue dispendioso, y claro que sí valió la pena, entonces en el año 1969, ya habíamos aprendido a leer y a escribir y aunque estábamos estudiando, no había tanto dinero para la compra de los libros, además estando tan cerca y tan pendientes de todo, constatamos que nadie leía aquellos libros y menos los niños; estuvimos muy de buenas de no haber quebrado los vidrios de las bibliotecas, todo dejado en orden, aquí no ha pasado nada.

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