La libreta de cuero de cerdo

La libreta de cuero de cerdo

A tres meses de la muerte de mi papá su esposa decidió mudarse, no soporto la soledad en esa casa enorme, dijo; la vació en pocos días y alquiló un departamento en el edificio donde viven su hermana y una sobrina.

Como prenda póstuma de paz me llamó para que fuera a buscar algunas cosas: un placard que fue de mi mamá, una araña, tres tacitas de café y una de té que fueron de mis abuelos maternos.

Era esa mi herencia? Y .. sí, la casa mis abuelos la pusieron a nombre de tío Pepe, desheredando así a las dos hijas mujeres; Amalia, como viuda de Pepe la heredó legítimamente y ahora, nuevamente viuda de mi padre, dispuso a su antojo de lo que quedó en la casa.

Mientras desarmábamos el placard me dijo que había unas cajas con papeles y fotos que tío Pepe había guardado, como ella no conocía a nadie no le interesaba, las iba a tirar, salvo que yo las quisiera.

Le pedí las cajas, al instante apareció con tres cajas de esas donde hace años venían las camisas, fijate, si no tiro todo … en medio de la casa casi vacía, en la habitación donde fueron velados mis abuelos, a una edad en la que yo aún no entendía la muerte, que fue luego su dormitorio con mi tío y finalmente con mi papá … no tuve coraje para abrir las cajas, le dije que me llevaba todo y después, con tiempo ya vería. Su pragmatismo diligente no encajaba con mis recuerdos, tiempo, eso era lo que necesitaba.

Pasaron varias semanas hasta que mi ánimo me permitió abrir el paquete.

Fotos viejas, algunas de estudio enmarcadas en cartón marrón, sepia y casi borradas otras, pequeñitas y combadas por el tiempo y muy pocas en color

Más de cien años de historia familiar, de caras adustas, de niños sonrientes, de novias de negro, de novias de blanco, de niños orando en la Primera Comunión, del pueblo de mi abuelo Salvador en Cataluña, de una Barcelona distinta a la que vi; caras que no conocí y otras que trajeron dulces recuerdos. Insólitas como una tomada en un cementerio en pleno entierro.

Entre páginas amarillas de diarios, estampitas de bautismo y esquelas mortuorias encontré partidas de nacimiento y de defunción, algunas cartas de cuando mi abuelo Salvador intentó traer a su padre a la Argentina en 1931, demostrando solvencia y bonhomía respetable.

Entre el papelerío había una libretita, como esas que usaban los almaceneros para anotar lo fiado cuando yo era chica.

Las primeras dos o tres páginas están casi ilegibles, algunas fechas … 1850, algunas palabras en un lenguaje arcaico y luego de cada párrafo una firma, siempre la misma.

Paso las hojas, comienzo a entender con menor dificultad, la letra es más clara, las fechas encabezan cada párrafo: mi bisabuelo anotó su nacimiento, el de su esposa y a sus seis hijos, agregó la hora, algo muy importante para él ya que encontré que era amante de la astrología, quiénes fueron sus padrinos, dónde y cuándo cada uno fue bautizado, los cuatro primeros en Barcelona y los dos restantes en Lavalle Norte, provincia de Buenos Aires, Argentina.

Termina con el nacimiento de mi abuela materna, Carmen, en 1890, páginas en blanco y al final, la defunción de algunos parientes.

Guardé todo prolijamente y destiné un estante para las cajas.

Pasaron más días, más semanas y con la muerte y la tristeza vagando como nunca lo habían hecho por mi casa, siento que tal vez reconstruyendo la historia familiar encuentre las respuestas que me faltan y pueda exorcizar el presente.

Busqué las cajas, leí y releí los documentos, loas cartas, las hojas y recortes de periódicos, miré las fotos, observé los parecidos, tomé notas en papeles sueltos que debí numerar para mantener algo de orden.

Poco a poco fui recordando algunos nombres, anécdotas que me contaba mi mamá y visitas a parientes, cumpleaños y navidades.

Por unos días abandoné la investigación genealógica y las cajas apiladas en un ángulo de la mesa de comedor me recordaban que las páginas en blanco de la libreta estaban ahí, esos mudos testigos me inquietaban, tal vez necesitaba decirle a José Balius que no todo terminó ahí, que 126 años más tarde continuamos escribiendo la historia.

Hoy lo hice, completé la libreta de cuero de cerdo.

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