Todavía por escribir

Todavía por escribir

M.

14/09/2019

Torpezas.

Porque empezar un poema

es como terminar un abrazo:

el gesto

(en nada inútil)

de no saber hacerlo bien.

Callar por respeto a la palabra

— ese dejarse la lengua en el tintero

oscuro de lo no dicho

que nada nos dio.

¿Y cómo se recoge el mundo

si no es con las manos?

Vivir el tiempo

es recostarlo a veces contra el café

derramado

en las mesas para dos y sus múltiples

— que brindar es ya

beber

del

otro.


Repaso

la gramática del silencio

que estudian los poetas,

las fotografías de lo imposible

reveladas en una hoja en blanco.

El miedo al vacío

– horror vacui, vacui, vacui

y esa trágica conciencia

de que el poema siempre es otro.

Que el verso nace al fin,

allí donde se desdibujan las palabras.

En las palabras que todavía están vivas.


¿Adónde vas, niño majestuoso?

Tú que caminas

esparciendo los juguetes

como quien inaugura un mundo

y lo deja atrás, ya abandonado.

Pero tú nada pierdes:

Sabes que el tiempo va detrás,

amontonándolos contra las paredes.


Con la ternura reptil de la tortuga,

apoyas tu caparazón en mi pie descalzo

– esa piedra viva ama

el agua que la peina para atrás –

y me blindas.

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