Me despertó
El roce áspero de tu pelo.
Me sacudió en un relámpago
Tu rostro,
Apretados los ojos,
Tus ojos de ocultar.
Me arrancó del sueño
La memoria de la dupla perfecta
Vanidad e ingenuidad
De la mano por la avenida gris.
¿Por qué no me despertaron?
Grité enfurecida
A todos los seres de La Tierra.
Quise hacer polvo,
Derribar por el suelo,
Tu boca, todo.
Arrancarte mis memorias,
Llevármelas.
Mi mano rasgaba tu cabeza.
Una caricia al principio,
Y ensañada luego
Para penetrar de una vez en tu verdad.
Me fui adentrando,
El viento, azote en la carne viva,
Presta a morir
Y, no tanto, a matar.
Volviste a vencer.
Sin recordar el tono de mi voz,
Mi cintura,
El sonido de mis pies descalzos a tu encuentro,
Vos cada tanto una batalla librás.
Tu indiferencia sola
Contra sesenta o setenta de mis instintos peores.
¡Quién pudiera ganar!
Yo, sola en tu mente,
Que era desierto de noche,
Reseco, eterno, inabarcable, igual,
Vi en un segundo todas las miserias
Mi ceguera idiota,
Tu mezquindad.
Y tus fríos sepultaron mi furia,
Y tu invierno echó por tierra
Picos y espadas,
Y desperté de verdad.
Fui yo en tu existencia
la hoja de otoño
Que uno encuentra en el camino,
Y pisa, aburrido,
Y no recuerda jamás.
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