En mis noches de soledad descubrí mundos de pensamientos, mares donde navegaba solo. La vela tirando hacia el norte me hizo ver aquel horizonte donde faltaba tan solo tu sonrisa. Sin duda alguna era mi deseo de encontrarte lo que me movía en aquel mar eterno donde nunca conseguía llegar a la orilla.
¿Cómo te cruzaste en mis sueños?, aquella noche donde mi mente perturbada me exigía a gritos un descanso, allí apareciste. Desde ese día las noches se hicieron eternas y los días tan cortos como el sueño donde te vi.
Tinta, papel y silencio comenzó a dominar mi tiempo en el deseo infalible de plasmar mis recuerdos en las hojas de mi viejo libro. Quería verte, tener de frente esos ojos que de manera sublime querían ser encontrados.
Ochenta días busqué en el cassette de las memorias relevantes, un intento de fallarle a mis recuerdos y hacerme creer que pude conocerte y no solo soñar con verte, que pude encontrarte y no solo soñar con hablarte, que pude reír de todo contigo y no solo decaer sin ti.
Pero quise conocerte sin saber que ya te conocía, ahí estabas . Detrás de mi soledad, en la orilla del mar pero no la que veía en ese horizonte, sino en la orilla que había dejado atrás, en la luna y el brillo de las estrellas, en el aire y las montañas que rozaban las nubes de aquel cielo donde tú sonreías.
Quise conocerte para amarte y en la búsqueda por encontrarte supe que amarte era parte de soñar que aún no te conocía, tan solo debía comprender el mundo que está dentro de mí, para darme cuenta que es el sitio donde debemos estar.
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