El genocidio de los pobres

El genocidio de los pobres

Carmina Subaru

29/07/2019

El genocidio de los pobres

Con mucha tristeza me siento apoderada,

del reclamo ancestral

de todos los pobres de mi patria,

que hicieron libre

este terruño basto;

Sin paga, sin moción y sin provecho.

Con mucha tristeza,

no puedo contar,

los cuerpos, que dejaron en el pasto;

empero, a la luz del día y de los hechos;

En, tecnicolor, el dolor del holocausto,

En la vivida prisión

De los sintecho.

Con, tristeza me arde,

Como el fuego sobre el pecho,

que nuestros hijos sigan peleando sus guerras;

que lleven sus nombres y

los nombres de los nefastos,

Y el titulo notarial de nuestras tierras.

Ya la rabia se hace brava

y arraigada, tenaz

Furtiva, inconveniente ;

Se hace pesada y estalla

Como el agua,

que se escapa

Del embalse a su corriente.

No quiero oír,

De mis ávidos congéneres,

Que esos pobres; son y serán

Un gran montón de nada;

Por qué a cuentas de sus

Vidas se apilaron,

Los ladrillos menesteres de mi patria.

No quiero que al fin y a expensas,

Mi tristeza, le dé de comer a

Estos traidores; que se sirven

A sus anchas las riquezas

Y se pasan como feudos

Los bastones.

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La garganta del alba

Desde la garganta del alba,

se desvestía un claro de luna;

en este cielo lapislázuli,

llevándose trágica mente el día;

el gorjeo de los pájaros,

el melancólico trino;

se alejaba también la utopía;

y al fin, entre las nuevas luces;

la calma; rojiza, espectral;

bifurcándose en el horizonte;

hilos de sol, luz que se esconde;

endemoniada figura;

crepitantes pastos de espeso rocio;

en este escenario basto;

con el brillar de diamantes.

Se desvestía en penumbras,

su silueta insinuante;

un adiós crepuscular,

deja atrás la estela de una tarde,

de tan sombrío semblante.

Desde la garganta del alba,

en este cielo lapislázuli;

el sol se marcha

abrazando el estío;

la piadosa soledad,

que se trepa hasta la parra;

se escucha distante, el ultimo trino;

la vid bien provista del futuro vino,

ofrenda cobijo a los patios contiguos;

con su exuberante vestir de racimos.

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El faro de los caídos

Perdimos la noción de la palabra,

en algún arrebato del destino;

las dádivas sirvieron para cruces;

sin un ápice de luz en el camino.

No puedo olvidar ,

por que si olvido ;

la antorcha se apaga para siempre;

como un faro de triteza y cobardia ;

se yergue en el pecho de la gente .

Pagamos las balas como dotes;

y mandamos nuestros hijos a la guerra;

no hay tierra que devuelva nuestra sangre;

y no hay sangre que devuelva nuestra tierra.

Perdimos porque el hambre,

no es del hombre;

es un gélido suspiro del infierno,

perdimos el juicio y el gobierno;

la memoria y el dolor de lo que esconde.

No puedo olvidar,

porque si olvido,

la sangre se me agolpa en las entrañas;

y no puedo distinguir al enemigo;

cuando pasa por la puerta de mi casa.

Pagamos las balas como dotes;

lloramos y aplaudimos en la plaza;

perdimos en la más oscura noche;

no puedo olvidar porque me mata.

Me mata, como matan las ideas;

los cómplices del miedo, en la subasta;

en que vendieron mi país, y i futuro;

y los pibes que murieron en batalla.

Por esto, si la sangre,

no me estalla;

es, porque jamás,

me ha de ganar el olvido.

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Mi mejor recuerdo

Espero las canas plateadas,

Que se enreden, en mis dedos, de nieta;

espero los días, con ansias;

de retrospección

y sabias sencilleces.

A esos días, les llevo una vida;

preparando el alma,

les llevo una vida,

poniéndole flores;

cojines, tazones;

Bien encaminado,

el esfuerzo en el rio;

se lleva mis huesos,

por los huesos nuevos;

y por ellos vivo.

De ellos vendrán, y eso espero;

los dedos, que enreden;

mis flamantes canas;

subrayen mis horas,

pronuncien mi nuevo,

lugar en el mundo;

Así desde mi juventud, vislumbro,

mis días, de juegos,

de siestas con nietos;

que enreden mi pelo;

con ansias lo espero;

Espero, la vejez como un regalo,

en paz con todos los que amo;

espero, porque la esperanza

no tiene miedo;

con ansias; por que las canas,

son mi mejor recuerdo.

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