(In)finito
Todo pasa, pero él siempre se queda.
Observa callado, distante, desde su posición privilegiada. Tantas cosas ha visto que duda que algo le sorprenda ya; tan solo se lamenta de no ser como la vida: imprecisa, inesperada, atrevida. Y finita.
Pero tiene una función que desempeñar.
El encargado de guardar la solución a todos los problemas, el responsable del devenir de las cosas y del porqué de los años.
Su trabajo es muy simple: dividir su todo en unidades, siempre iguales, y repartirlas entre el resto, hasta que se canse y decida qué termina, a quién se le agota…
Su tiempo.
Sucesión
La vida no es más que una sucesión tras otra de momentos.
De instantes.
Y estos no se miden en tiempo, tan solo en emociones, en sentimientos. Pero nunca en segundos o minutos; ni siquiera en días.
Y así son: finitos y eternos.
Grabados a fuego en el corazón. Cerca de un lugar, junto a una palabra. Al lado de una cicatriz. De una lágrima.
O bajo una sonrisa.
Armonía
Sucesión de instantes que se cruzan,
procesión de hormigas en su cotidianidad.
.
Nubes dibujando el cielo a su paso,
olas pintando de blanco la mar.
.
Y todo gira, todo encaja, todo.
Tiempo.
Armonía.
.
Y todo pasa y se nos queda.
Hasta que no quede nada por pasar.
Tu cuerpo
No existe reloj más preciso, ni calendario más fiable, que el de tu caprichoso cuerpo. Toda tú marcas el devenir de mis segundos, el caminar de mis minutos o el llegar de mis horas.
Y sin embargo, todo es siempre tan complicado.
Juntas veranos fugaces con días largos como meses; cambias momentos de dolor por recuerdos grabados a fuego; conviertes días de invierno en noches de agosto. Me trastocas las estaciones, me detienes los intentos, aceleras los te quiero… Y todo, con una sencilla sonrisa. Con una simple mirada.
Ni ingeniería suiza, movimiento oriental o precisión alemana. Te prefiero a ti para marcar mi ritmo.
Y será que ya no tengo tiempo, o que mi tiempo eres tú. Será que nuestro tiempo lo marcamos juntos y éste no es sin mí, pero solo no funciona contigo.
Espacios vacíos
Espacios vacíos —perdidos—
esperando su oportunidad
para iluminar con luz propia.
.
Espacios vacíos —anhelados—
donde corres a refugiarte
cuando necesitas estar solo.
.
Espacios vacíos —próximos—
que desean ser ocupados
por recuerdos. Por personas.
.
Espacios vacíos —olvidados—
orbitando alrededor. Escondidos
en tu retina. En la memoria.
.
Y todo. Estancias. Universos. Recuerdos.
Todo vacío.
Esperando para ocupar su espacio.
Instantes
Buscaba un momento infinito,
un momento que aún está por llegar,
y me perdí por el camino.
.
Y deambulando por la cuerda floja,
agarrándome a cualquier momento que pudiera ofrecerme cierta seguridad,
descubrí a mi amigo el instante.
.
Y de instante en instante he llegado hasta aquí.
Me mantengo en pie.
Quiero —y me han querido—
lloro, y hasta río.
Pero simplemente
vivo.
Curvatura espacio-tiempo
Entre nosotros:
incertidumbre.
Una singularidad.
Yo, orbitando —todavía lejos de la acción.
Tú, en un punto de no retorno.
Horizonte de sucesos.
Relatividad
Estancias que vas amueblando con el paso de los años,
mientras acumulas experiencias vitales que conforman lo que eres.
En lo que te has convertido.
La magia del espacio-tiempo
donde todo es relativo;
porque el mundo se mueve —sí— pero tú marcas el ritmo.
Tuyo, único, de nadie más.
Como la vida que te ha tocado.
Momentum
Ecos de otros mundos convergen. Aquí y ahora.
En un instante lo que pudo ser, lo que no fue y lo que será se dan la mano;
nunca antes todas las posibilidades han estado tan cerca
y a la vez tan lejos.
Nunca.
Siempre.
.
El destino —tu destino— depende de ti y de nadie más,
no lo olvides.
Y es que hay cosas que no puedes controlar;
el tiempo-espacio es tan relativo, tan impredecible,
que es mejor no contar con él.
.
Por eso, vive cada momento como si fuera el último,
haz que tus sueños se conviertan en realidad.
Al fin y al cabo todo es física. Hasta tú.
Y el principio de acción y reacción también funciona
contigo.
La espera
La agonía de la espera que mata a cada segundo que pasa.
Y no sirve saber que existe un final.
No consuela, no calma.
No evita las noches en vela.
.
Es como si el tiempo se entretuviera consigo mismo
y se olvidara de nosotros.
Minutos eternos, horas que no llegan,
y los días que se convierten en años.
Hasta que de repente, sin previo aviso,
todo termina.
.
Todo concluye, sí, pero ya da igual el resultado,
que siempre queda esa sensación
de período inconcluso,
de ex abrupto.
Lo único que de verdad conforta
es saber que el tiempo vuelve a ser lo que era:
una constante sempiterna.
Tempus fugit
El tiempo a la fuga
y yo aquí sigo:
en un mar de dudas.
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