Misa de Réquiem

Misa de Réquiem

j. m. ramallo

03/07/2019

Misa de Requiem, disponible en Youtube

Canto inicial

Desde el más oscuro de los silencios,

hermano mío, sé que estás escuchando.

Y la acallada sonrisa de tu alma acaricia mis palabras,

para luego ir a guardarlas en una flor gris.

Comprueba tu identidad, hermano mío,

para que en el descanso eterno sepas quien sos.

Desde aquí ventilamos tu luz y aspiramos

tu aroma, en el atardecer de los recuerdos.


Recomendación.

Hermano, verifica tu identidad.

Reconoce tu figura, hermano.

Hermano, verifica tu identidad.


Intercesión.

Bendice, hermano, a nuestra protectora Mamá.

Dale descanso a sus llantos y convida con tu paz,

su atormentado dolor por tu ausencia.

Entra en el sonido y quita de la rabia el rencor.

Mejor que blasfemar es comprender.


Absuelve.

Perdona, hermano, a quienes nos quejamos

de nuestras desgracias e injusticias.

Porque la cobardía nunca estuvo en tu mirada,

sino que supiste sonreír y dialogar con las flores

aún cuando no tenías la facultad de poder hablar.


Ilumina.

Enseñanos, entonces, hermano, a reír y a no gritar,

miranos vivir y visualizá como corresponde este espacio.

No nos dejes, hermano, seguir siendo vacilantes

para cuando queramos educar a los sentimientos.


La trompeta.

Noche de ira y noche de paz, cuando papá vino a buscarte.

La hora de tu partida llegó, y un ángel tocó la trompeta.

La angustia se aplanó en tu camilla y todos la vimos,

cuando nos pidieron que abandonáramos la habitación.

La roca explotó en mil, y tu alma nació para vivir.

¿Ya puedes reconocer tu cuerpo, hermano, puedes ya?


Recomendación.

Hermano, verifica tu identidad.

Reconoce tu figura, hermano.

Hermano, verifica tu identidad.


Recuerda.

Recuérdenos en la eternidad, hermano.

No te alejes demasiado de nosotros,

que hemos disuelto tus objetos personales.

Pero no el memorándum de tus sonidos

y movimientos limitados, al compadecer

ante las puertas de tu ilustración.


Suspiro.

Suspiro por tu canto, hermano, por tu alborear melodía.

Suspiro por tus piernas, hermano, acalambradas de quietud.

Suspiro por tus palmas, hermano, apretujadas de tensión.

Suspiro por tu desdicha, hermano, enraizada en nosotros.


Cuando

Cuando papá quebró de dolor y confesó “no puedo más”,

el cáncer ya lo había desfigurado en su interior.

Cuando abuelo quebró de dolor e interrogó

“¿por qué mejor no me moriré?” la sangre ya no le era útil.

Y vos, hermano, imposibilitado de pronunciar palabra alguna,

no pudiste advertirnos que tu vida ya no iba a continuar.


Lamentable.

Lamentable es dejarte dormir en un cajón, hermano.

Lamentable es acariciar una placa y no tu piel, hermano.

Lamentable es no escucharte por las noches, hermano.

Lamentable es mirar el reloj, sin sentir tu rutina, hermano.


Incertidumbre.

Cruje la noche de cristal en la orfandad de tu querer.

La muerte se desgarra de iracunda fantasía, hermano,

porque no puede comprender tu episodio con fin.

El planeta tierra soslaya de incertidumbre y se cuestiona:

¿De qué se te acusará, pobre desdichado,

cuando llegue el juicio, si has nacido condenado?


Canto final (Ascenso final).

Libre sos, ahora, hermano. Las puertas se abren.

Canta con júbilo, hermano, que ya no existe el dolor.

Bate tus alas y extiende tus sonrisas hasta el infinito.

Con palmas acompañamos tu ascenso final.

Cuidanos del mal y no nos dejes ser desagradecidos.

Con tu vida entendimos que somos afortunados,

y como tales debemos vivir alegres de corazón.

Es este nuestro saludo final, hermano: adiós para siempre.


Voces angelicales en coro.

¡Sus luces se han apagado! ¡Oigan todos!

¡El sonido de sus pies caminando, al fin!

Guardemos silencio y esparzamos congoja

en esta tierra que hoy lo ve morir.

Hagámoslo así, hasta que cruce el lumbral.

Roguemos por la misericordia y la piedad

del Altísimo, para que se compadezca

del vientre vacío que en la madre queda:

¡Líbrala, Dios, de la noche blanca,

del temblor de los ojos,

de la cama vacía,

de la ropa en desuso,

y de la mano en la tumba!

En el paraíso los Ángeles guiaremos

a esta nueva alma hacia el reencuentro

con su creador y con su hacedor.

En este, su nuevo aspecto, entonemos

todos una misma recomendación:

¡Verifica tu identidad, Luis Alberto!

¡Reconoce tu figura, Luis Alberto!

¡Verifica tu identidad, Luis Alberto!

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