Últimamente, cuando mis ojos
se humedecen y pesan
el aire y mis manos se calientan.
Ver
comienza a ser opcional
y mis persianas
parecen ser títeres
de un desorden mental.
Tal como si una soga
me atara a mi cama
y hubiese olvidado
las formas de desatar un nudo,
quedo a la deriva
en un colchón que parece de agua
y, aunque sabe similar,
no es el mar.
…
No, no es el mar.
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