Al compás del Jazz sereno

Al compás del Jazz sereno

Federico Pariente

06/07/2019

Dime si la inocencia se marchó, dime si existo o si soy feliz,dime y redime y retorna al son, al toque de corneta que espeta, que rompe en la noche y divierte.

Me suena vacuo y fútil pero cierto, me rompe el culo, la cara y la espera, me destroza tanta sinceridad de trapo, por los caminos baratos, ahora harto y sin embargo a su vera.

De la mano de la veritá, con faldas, sin ira este que suscribe, que firma con la diestra y a poco que voxeaba, de chocolate ahora se atraca y descubre, se cubre de amor, de razón y vuela, viaja, de prejuicios se escapa, con capa de terciopelo y sin velos o con, si fuera el caso.

Harto de rabias, de pataletas de niños, regreso a Babia, a la patria, a la real pero sin coronas, a la que alimenta despacio, reacio e inquieto me retuerzo y me esfuerzo por dejar atrás todo lo malo.

El amor no tiene color ni tiene patrias, te atrapa, te bebe y lo bebes, de veneno lleno, a borbotones lo apuras en vaso de plata y borras la ciudad y sus humos, sin amores y con humores, sucios que ya no me corrompen ni inquietan, ella, sin melaza pero dulce, yo al final y en un principio, me alejo, ya no salto, me escapo del funesto precipicio, juntos, no hay excusas, ser feliz es casi un contrato.

Y no hay curas ni vejaciones, no hay óbolos baratos, ni misas interesadas ni aplicados invitados, los dos y el aire, mi amor y el cielo y el cancer sin contemplaciones, mandando, marcando el norte para ambos, pisando por nosotros sin huellas, tras la Vía Láctea, tras Orión sin cinturón, en la barca, nos casamos, juntos de Cleopatra ella y yo de centurión, esperando el fuego, el final, el amor incondicional y eterno.

El león y la mora, el de Babia con la africana, yo con canas y ella ahora, casi muerta, de veinte primaveras, repudiada por los suyos sin Islam, por enferma, por bella sin retoños y yo a su vera, al de nácar, al fascista que mata, al que ahora ha quemado la esvástica en el ara del color sin distinción de credos y los míos casi impíos, irreconocibles todos para mi, vendidos, sin la compasión que predican, con la tripas plenas es fácil negar hasta lo más puro, hasta el amor más sincero.

El blanco, el gris y el negro, la dulce melodía, la bata aséptica que indica la muerte de mi amada y también la mía, unidos, sin anillo pero ciertos, prietos en este último coito, desnudos de prejuicios en este mundo de pocos locos, de hirientes cuerdos, me acuerdo de mi niñez y busco, en el interior de su infancia, tan adentro de mi la siento, que ya no somos dos, tan solo uno.

El final, el esperado, el corazón descarnado, muerto sin sus venas, entre el negro y blanco de la noticia, juntos ante la Uno, en la TV mentirosa, la que cuenta las cuentas de los que pagan y alza a los que se venden con Visa, con prisa por acumular más, por ver menos, por ser memos o memes o lo que es lo mismo.

De violencia de género lo colorearon, de sin corazón fascista contra mi negra lo insultaron, mi amor por ella, mancillado en la negrura de la inmediatez, ocultado una vez más por la avaricia, nos sepultaron a los dos en la inmundicia, con ella, sin venas, abiertas al rayo de la mañana de domingo soleado.

Y no hay porqués, ni explicaciones, ni razón alguna, solo el amor entre bambalinas, yo la maté, dijeron, ella se murió, sin mi, no creo, yo me mate, sin ella, ni mucho menos, solo por no verla sucumbir lo hicimos.

Solo nuestro epitafio es real, únicamente el mármol es sincero, solo los amigos fueron ellos, de dedos sucios y cincel viejo, “Dos amantes aquí yacen, dos niños blancos de corazón negro”

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