• Desde la calle Tintoreros hasta Luis Vélez hay quinientos metros de callejones en los que se agolpan vecinos que llevan más de veinte años, mezclados con pisos de estudiantes y alquileres. Es difícil que suceda algo sin que Cosme no lo advierta, siempre claro que hablemos de lo que pasa de puertas para afuera. Una tubería estropeada, una calefacción que deja de funcionar, el problema con el tejado del número veintitrés o el impago del alquiler en el portal ocho de Vinateros forman parte del quehacer cotidiano, del conocimiento habitual que un portero con funciones de vigilante de seguridad antes llamados serenos tiene. Si le pides que te cuente alguna de las historias, novelas o comedias que pueden estar pasando en cada uno de los portales podrás tener un amplio surtido de dramas que solo la natural profesionalidad de don Cosme no dejará traslucir pues si hay algo de lo que abomina y que jura que no hará nunca es convertirse en un vulgar cotilla, pero sabe que si se esforzara un poco, simplemente si emprendiera una observación sistemática en un portal, en un número de una calle, en un bar, en un mercado o en el rostro risueño o desencajado de una vecina podría hacerte una descripción pormenorizada de los últimos acontecimientos que han sucedido a aquella mujer, padre de familia o estudiante quinceañero y todo ello sin desplegar los recursos tecnológicos que guarda después de los años que pasó convertido en un agente de operaciones especiales donde aprendió a disfrazarse de vendedor ambulante de salchichas capaz de ponerse al lado del mafioso de turno sin que este advirtiese más que la presencia de un pobre vendedor que intenta colocarte la mercancía para poder llegar a casa y alimentar a su familia.Por eso no ha perdido la afición de hacer un seguimiento de alguna persona que piensa que guarda un secreto o esconde un inconfesable misterio y aún se queda prendado de vez en cuando de los pasos de un caballero elegante que lleva un maletín en la mano y del que no se separa ni cuando pide un café con leche en el bar o cuando le despierta del sopor en el que cae en las tardes de verano el taconeo rápido y vivaz de unos pies y piensa, doña Carmen de la Hoz regresa del restaurante, hoy se retira antes de tiempo, y vuelve otra vez a la siesta a la que invitan los calores y se entrega al sueño o al vagabundeo mental de pensar que los problemas que tiene con su marido el muy bruto y soez de don Archibaldo Gómez del Duque el los podría resolver en un santiamén, simplemente dejando un alfiler en el bolso o en la falda, con un micrófono en el que pudiera recoger todas las amenazas de las que seguro que es objeto la pobre mujer y presentarlas en un juzgado.Tiene el número de la policía a mano, pues sabe que si hay algún problema algo mayor de los habituales ahí tiene que llamar pero no le gusta utilizarlo pues señalaría el fracaso de su empleo y mientras esté en su mano, el puede abordar y solucionar los problemas.Sólo en un par de ocasiones tuvo que llamar a los bomberos una para sacar al Cloni de su piso donde su mujer le había encerrado y desde donde amenazaba tirarse por una ventana para que la bruja de su cónyuge se arrepintiera y cuando se lo contaba a ésta que se había trasladado a la casa de su hermana “para darle una lección” se reía y decía que era incapaz de tirarse y que no le hubiera caído esa breva que “vaya desperdicio de recursos que hacían las autoridades para salvar a esa miseria” y que por lo menos se habría oreado en el trayecto para que el olor a meados que desprendía el Cloni se hubieran disipado con lo cual todo el barrio olería mejor, la otra vez que aparecieron los bomberos fue cuando en el piso tercero del portal número veintinueve de la calle San Esteban Mártir reventó una tubería y como era un piso cerrado desde hace años fue imposible localizar a los dueños y Cosme tuvo que abrir la puerta con la llave maestra que tiene para esas ocasiones y dejar que entraran los bomberos, entonces se descubrió que estaba lleno de cajas con figuras de santos y reliquias y lo que parecía un sitio abandonado resultó ser un local en el que se acumulaban obras de arte sacro de incalculable valor que requirieron de la presencia de la policía y expertos. Durante días estuvo siendo interrogado sobre lo que sabía de aquel piso y de sus propietarios y del movimiento que hubiera observado entorno y Cosme se daba cuenta en esos momentos de lo importante que era su figura pues era el principal informante de la policía y si no hubiera sido por él, no hubieran llegado a buen puerto los resultados.Al cabo de seis meses se descubrió que pertenecía a una banda de traficantes y salió en los papeles la detención de su vecino, don Archibaldo Gómez del Duque que resultó ser un capo de una de las redes europeas más importantes en el tráfico de obras de arte y había una mención a la colaboración vecinal como motor del descubrimiento y si es cierto que no apareció su nombre fue para protegerle como le había dicho la policía pues era política de ésta no mencionar a sus colaboradores con nombres y apellidos para evitar posibles venganzas y aunque él dijo que sabía protegerse por su cuenta quedó como un colaborador preferente con el que pensaban contar en otras ocasiones.Eran aquellos momentos en donde la satisfacción por el trabajo cumplido hacía presencia en el ánimo de Cosme y le afirmaba que había hecho lo correcto en abandonar su trabajo de ex agente plagado de envidias y zancadillas y acabar en aquella portería dedicado al servicio de los vecinos.

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