• – ¿Puede decirme a qué se dedica usted?
  • – Sí, claro.
  • – ¿Y bien?
  • – Puedo decírselo, pero no se lo voy a decir.
  • – ¿No es posible saber de qué vive?
  • – Por supuesto. Vivo de ilusiones.
  • – ¿Quiere eso decir que es inventor, o escritor tal vez?
  • – Naturalmente que no. El hombre no vive de otra cosa que de religión o de ilusiones. Yo soy ateo.
  • – ¿Por qué?
  • – Es sencillo, porque no soy viejo.
  • – ¿No hay viejos ateos?
  • – En la misma medida que no hay primaveras grises.
  • – Le noto profundo, ¿Acaso es usted rico?
  • – Ya le he dicho antes que vivo de ilusiones. Un rico no se puede permitir esos lujos. Las ilusiones dejan de serlo cuando las compras.
  • – Cambiemos de tema. ¿Qué va a hacer el día de las elecciones?
  • – Probablemente de un paseo en globo.
  • – ¿Hace eso habitualmente?
  • – Solo cuando necesito coger perspectiva.
  • – ¿De qué?
  • – Pues de todo. Las cosas siempre se ven mejor cuando se miran en la distancia, cuando te alejas.
  • – En realidad lo que quería preguntar es ¿tiene intención de votar? ¿Cuál es su intención de voto?
  • – Qué risa. Intención y voto son dos palabras que se repelen, se evitan, como el agua y el aceite. Necesitan un nexo de unión, algo que las pueda mezclar.
  • – ¿Por ejemplo?
  • – Un verbo, siempre un verbo. Si las combinas con ganar, la intención pasaría por una apuesta, como si fuera una quiniela, o una primitiva. Pero si la combinación la haces con perder, basta con que lo deposites en la urna.
  • – ¿No está la política entres sus ilusiones?
  • – Si le he dicho que vivo de ilusiones es porque soy un iluso, no un imbécil. No, no tengo intención de votar, pero en el caso de que votase lo haría sin intención, pero claro, eso es imposible. Porque los votos los carga el diablo, como las armas. Nadie carga un arma si no tiene intención de hacer daño, de matar. Pues los votos igual, los cargas de intenciones porque tienes intención, porque tienen consecuencias, no son inanes. Una vez que salen de la mano ya no los controlas, ya no son tuyos. No vivo de intenciones, vivo de ilusiones.
  • – Lo repite constantemente ¿Cuáles son sus ilusiones? Dígame una al menos, la más grande.
  • – Debo citar a Calderón, ya me perdonará, ¿recuerda? “¿Qué es la vida? Un frenesí, ¿qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son.”
  • – Bien, muy bonito, pero sigue sin contestarme a la pregunta.
  • – ¡Ah los sueños, las ilusiones, los deseos, los anhelos,…!, perdone ¿para qué me dijo que era esta encuesta?
  • – Se trata de una encuesta comercial, para una marca de bronceadores, ya sabe…, ahora que llega el verano…
  • – ¿Y se cree usted que le voy a confesar mis ilusiones y mis sueños a una marca de bronceadores? ¿Acaso está usted mal de la cabeza?

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